Así suceden las
cosas. Algo que no debía ser, que no
debería pasar del infantil remate de una discusión intrascendente, se desprende, toma
autonomía y avanza. Se confabularon
demasiados condicionantes: el exceso de cansancio, el fastidio por las personas
estúpidas que cotidianamente me agobian, el gusto por el juego y esta
necesidad de quemar las naves de una buena vez, aunque seamos los primeros en
hundirnos. Si, hay que irse, aunque
supongo que no es la manera. Un canto de
sirenas, como un mantra, incitándonos a mandar a todos al diablo y
desaparecer. Pero somos tan civilizadas… O no.
Seguimos:
Color…
Invitamos al fuego…
Y conseguimos una base de color con papel artesanal…
¿Sigo?, pregunto, y me contestan con una carcajada. Supongo que no me creen capaz.
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