Como de
costumbre, estoy a mitad de una docena de cosas. Todo bien, así vivo. Este proyecto, aquel otro, algún compromiso
ineludible, lo que hago por exclusivo placer.
Pero hay un límite hasta para alguien tan errático y disperso como
yo. Hay un punto donde se fila el abismo
de la paciencia y sólo se puede esperar lo peor.
Sumemos atenuantes: la espalda me está matando
y la medicación que a duras penas calma el dolor no saca precisamente lo mejor de
mí. Y que algunas personas imprudentes no
saben cuándo dejar de fastidiar.
Habíamos hablado
de esa convocatoria, en abstracto, como una interesante propuesta a la que yo
debería postularme. Con algo de la serie
de Circus
Gestual. Él, contemplando mi
actual falta de tiempo, decidió que utilizara las versiones tentativas que no
envié a la TAE 19 Edimburgh, a mis
chicas Rosa, Amarilla o Azul…
Claro que yo no
hago eso, las postalitas descartadas deben ser sólo eso, postalitas descartadas
por priorizar a mi favorita, la Chica Verde…
No tengo tiempo
ahora, la convocatoria está muy sobre la fecha, no puedo distraerme más de lo
que ya me estoy distrayendo. Te lo
agradezco, pero no. Y, como pasa
siempre, no me escucha y sigue insistiendo.
Que me haga un rato, que intervenga una etiqueta para una botella de
malbec. Que no me cuesta nada, que es lo
que hago, que esboce un rostro, un gesto,
una divertida expresión que invite a “volver a vos”, a ser quien soy…
Y así, sin gran
convicción pero dispuesta a que me deje tranquila, me senté los cinco minutos que
le robé a otras ocupaciones a esbozar un gesto
que me represente y que en este mismísimo momento me parece compañero
perfecto de una copa de tinto. Y salió
esto. Sospecho que no le va a gustar…
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