Trigésimo tercer día de
cuarentena. Las pandemias históricas tienen su máscara
alegórica: la de pájaro o de pico, “Il Dottore della peste”. En
la epidemia que surgió en Europa entre los años 1575 y 1577, originada en
Venecia, se comenzó a utilizar una vestimenta especial para los médicos que
atendían a los enfermos: guantes de cuero, “ojos de cristal” para salvaguardar
los globos oculares, sombrero de ala ancha y un enorme abrigo de cuero encerado
que llegaba hasta los tobillos. Esta indumentaria se completaba con una vara
larga, que se utilizaba para apartar a aquellos que se acercaban demasiado, y
una máscara con forma de pico de ave. Dicen los libros que se
rellenaba la zona del pico con plantas aromáticas para mitigar los olores e
impedir que el aire que exhalaban los enfermos llegara a ser respirado por el
médico. Otra de las razones por las que tenía esa forma era, al parecer, porque el
largo e incómodo pico impedía que el doctor se acercase al aliento del
infectado. La vara y la máscara como herramientas de
distanciación social.
Máscaras y
peste, ¿cómo puedo apartarme de esa idea? Sigo trabajando, ya no se
si guiada por la inspiración o por el exorcismo de mis miedos.
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