lunes, 9 de noviembre de 2020

 





              ¿Qué determina la diferencia?  Menos espacios de arte van a sobrevivir y, lamentablemente, serán menos los artistas que puedan costearse mostrar su obra -aunque no cobren las paredes no habrá fondos para enmarcados, embalajes o traslados; los gastos de los artistas son infinitos-.  El mercado del arte, entendiendo todo el mercado, va a contraerse forzosamente.  El terreno de juego se vuelve mas pequeño y los jugadores se reducen a los que pueden mantenerse jugando.  Todo es más chiquito.  Concentrado y selectivo, porque al reducirse los recursos habrá que escoger con mucho cuidado dónde invertir lo poco que hay.

 








     En paralelo, todo se expande digitalmente.  Abundan las propuestas -aranceladas o no- para las muestras virtuales, las ilusorias galerías 3D que tan bonitas en teoría y en un primer vistazo, cuando se les presta atención distorsionan las obras restando la voluptuosidad de las superficies mutando sospechosamente las dimensiones reales. La vida en la web es maravillosa para la difusión, pero limitar la vida de las obras a ese ámbito parece muy pobre.  Sin fidelidad a los colores y a las formas, e igualando impiadosamente las texturas, todo se vuelve plano y demasiado igualitario.  Y el arte requiere proximidad, sensorialidad y sorpresa.

 









     ¿Entonces?  ¿Más chico o más grande?  En la vida real, ahí, en la calle, pocos van a sobrevivir.  Sostener espacios de arte y galerías no será posible para la mayoría, y costear eventos internacionales y ferias para aun muchos menos.  Y sabemos que en la vida real es donde suceden las cosas reales.  Entretanto, seguiremos conformándonos con las redes sociales y la fantasía de que es “casi” lo mismo, manteniéndonos mostrando lo que hacemos, contactándonos con compañeros de desgracia para compartir las penas de un tiempo y un mundo que nos desbarató la vida y nos mantiene en ascuas sobre cómo será el día después de mañana. 
























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