Me
llegan los protocolos para la apertura de las galerías de arte de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires. Con programación
previa por solicitud de visita efectuada por mail, ingreso en forma individual,
estar domiciliado en el radio de la Ciudad, presentar declaración jurada de inexistencia
de síntomas y estar equipado de barbijo y demás implementos de seguridad. No se podrá obtener ningún material grafico en
la visita, ni catálogos, ni tarjetas ni folletería de ningún tipo, todo lo cual
deberá obtenerse -de estar interesado en ello- exclusivamente por vía virtual.
Mas allá que por estar domiciliada en la Provincia de Buenos Aires no
califico para concurrir a ninguna muestra, el engorroso procedimiento me hace
sospechar que el escaso público de estos eventos se volverá aun más escaso. Y la imposibilidad de obsequiar al visitante
de material gráfico para su posterior análisis obligándolo a buscarlo por su
cuenta digitalmente me hace pensar que la difusión de la obra posterior a la
visita será asunto próximo a la nada.
Si,
son tiempos excepcionales y preocuparse por las dificultades especificas de los
artistas suena a poca cosa, pero es lo que hago y es de lo que soy, así que
inevitablemente tengo que ocuparme de asunto para otros tan trivial.
¿Tiene
sentido pensar en muestras físicas para lo que queda del año? La reducción de público asistente derivado de
los protocolos que se están trazando ¿justifica el alto costo que el artista
debe afrontar para mover su obra? Todos
en el mercado hablan de repensar las formas de exhibición, pero las muestras virtuales
se agotan en sus propias posibilidades cuando las plataformas de difusión son
las redes, donde todos estamos desesperadamente mostrando (mal, amontonado, sin
ningún atractivo para el espectador). Y
armar exhibiciones en otro tipo de plataformas tampoco nos asegura visibilidad
si no se invierte en una campaña de publicidad sectorizada. De cualquier manera, sigue siendo demasiado
caro y muy poco productivo para el artista.
Ni físico ni virtual, las ideas brillan por su escasez.
Alguien me sugiere la virtualidad física de la vidriera, donde nadie
entre, donde no haya que concertar cita, donde se pueda observar estando el eventual
espectador al resguardo de la calle, al aire libre, con o sin barbijo, portando
síntomas de cualquier patología, libre de ver el tiempo que le plazca y en el
momento que se le ocurra.
Especulamos la posibilidad de lanzarnos a la captura de vidrieras abandonadas o en desuso proponiendo puestas temporales, temáticas o no, individuales o colectivas. Sólo para ser vistas, sin mayor pretensión, pero en vez desde una pantalla desde el otro lado del vidrio. Así de cerca, y sin protocolos. La idea no me parece tan descabellada, al menos no más que las otras que andan circulando por ahí.
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