jueves, 30 de julio de 2020










     Me llegan los protocolos para la apertura de las galerías de arte de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.  Con programación previa por solicitud de visita efectuada por mail, ingreso en forma individual, estar domiciliado en el radio de la Ciudad, presentar declaración jurada de inexistencia de síntomas y estar equipado de barbijo y demás implementos de seguridad.  No se podrá obtener ningún material grafico en la visita, ni catálogos, ni tarjetas ni folletería de ningún tipo, todo lo cual deberá obtenerse -de estar interesado en ello- exclusivamente por  vía virtual.  Mas allá que por estar domiciliada en la Provincia de Buenos Aires no califico para concurrir a ninguna muestra, el engorroso procedimiento me hace sospechar que el escaso público de estos eventos se volverá aun más escaso.  Y la imposibilidad de obsequiar al visitante de material gráfico para su posterior análisis obligándolo a buscarlo por su cuenta digitalmente me hace pensar que la difusión de la obra posterior a la visita será asunto próximo a la nada.

 

     Si, son tiempos excepcionales y preocuparse por las dificultades especificas de los artistas suena a poca cosa, pero es lo que hago y es de lo que soy, así que inevitablemente tengo que ocuparme de asunto para otros tan trivial.

 







     ¿Tiene sentido pensar en muestras físicas para lo que queda del año?  La reducción de público asistente derivado de los protocolos que se están trazando ¿justifica el alto costo que el artista debe afrontar para mover su obra?  Todos en el mercado hablan de repensar las formas de exhibición, pero las muestras virtuales se agotan en sus propias posibilidades cuando las plataformas de difusión son las redes, donde todos estamos desesperadamente mostrando (mal, amontonado, sin ningún atractivo para el espectador).  Y armar exhibiciones en otro tipo de plataformas tampoco nos asegura visibilidad si no se invierte en una campaña de publicidad sectorizada.  De cualquier manera, sigue siendo demasiado caro y muy poco productivo para el artista.  Ni físico ni virtual, las ideas brillan por su escasez.



 





        Alguien me sugiere la virtualidad física de la vidriera, donde nadie entre, donde no haya que concertar cita, donde se pueda observar estando el eventual espectador al resguardo de la calle, al aire libre, con o sin barbijo, portando síntomas de cualquier patología, libre de ver el tiempo que le plazca y en el momento que se le ocurra.

     Especulamos la posibilidad de lanzarnos a la captura de vidrieras abandonadas o en desuso proponiendo puestas temporales, temáticas o no, individuales o colectivas.  Sólo para ser vistas, sin mayor pretensión, pero en vez desde una pantalla desde el otro lado del vidrio.  Así de cerca, y sin protocolos.  La idea no me parece tan descabellada, al menos no más que las otras que andan circulando por ahí.  





















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