¡Bienvenidos al Fin del Mundo!
Aunque no precisamente a Finis Terra, ese territorio
imaginario dónde nos resguardamos en mérito de nuestra (ya escasa) salud
mental. Trato de continuar con mis cosas
ignorando el disparate genérico en que se convirtió la Argentina por obra y
gracia de políticos ineptos y corruptos, perseverando en mi trabajo, esquivando
los obstáculos y siempre con la vista puesta adelante. Bregando por omitir la queja bajo la auto-promesa
de que no hay mal que dure cien años ni
cuerpo que lo soporte. Pero es imposible
con esta gente.
Nuevamente nos traban
por completo las actividades financiera (con nuestro propio dinero,
depositado legítimamente en un banco con todos los impuestos al día), impidiéndonos disponer
libremente de nuestro patrimonio para aplicarlo a actividades en el exterior del
país. Así, cualquier transferencia de
dólares para reservar un espacio expositivo o abonar un arancel o derecho de
participación en muestras o ferias es bloqueada e impedida. ¿Causas? Indefinidas, pero no-se-pue-de.
Fantástico, estamos en el Fin del Mundo y
no nos permiten salir. Ya frustrada por
un pago impedido de miserables 20 dólares para un evento benéfico, me llegan en
estos días las notificaciones de la aceptación de dos postulaciones en Italia,
en distintos eventos, que obviamente implican el pago de gastos de logística,
tasas locales y honorarios de la organización (pintar es caro, exponer es
carísimo), pero luego de tanta inactividad forzada por la peste se
justifica volver al ruedo con algo de inversión.
Pero
no, no se puede. El “gobierno de
científicos”, como dieron en llamarse estos impresentables sujetos, ha
decidido que una artista insignificante y desconocida que trabaja en
chiquicientas cosas distintas para proveerse los ingresos necesarios que le
permitan difundir su obra NO PUEDE PAGAR DERECHOS Y HONORARIOS EN EL EXTERIOR
porque, por razones que no comprendo, eso significaría destruir la economía de
la Nación y convertirme en un “cipayo” (el anacronismo de esta gente sería
gracioso si no fuera tan dañino).
¿Entonces?
Entonces nada, escribir agradeciendo a los organizadores la oportunidad
y explicar -sabiendo que es incompresible- que problemas de política gubernamental
me impiden materialmente sumarme a la propuesta. A veces me digo que debería dejar de postular a convocatorias del exterior
porque no me van a dejar participar.
Pero eso sería reconocerles que me ganaron, que lograron imponer su
mediocridad, que mutilaron mis ganas de hacer.
Y no les voy a dar el gusto. No
podré hacer esto, pero encontraré otra cosa, el hueco por donde pasar, el modo
de evadir las trabas absurdas y avanzar.
Llevo demasiado tiempo en el camino, una banda nefasta de estúpidos no me va a
modificar mis convicciones. Me generarán
enojo (mucho), trabajo extra (demasiado) y frustraciones varias, pero
a obstinación difícilmente me superen aunque vengan en legión.
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