Vida
real de artista – Día 8, juegos de papel & juegos de espejos
Borges inicia su poema Los
Espejos diciendo:
Yo
que sentí el horror de los espejos
no
sólo ante el cristal impenetrable
donde
acaba y empieza, inhabitable,
un
imposible espacio de reflejos
Y yo me quedo en el cierre de esa
cuarteta, con un imposible espacio de reflejos…
Para el diseño de mi puesta en la Red
Tree Art House by Sotherby´s Realty el próximo enero me puse premisas claras
y simples (lo que es simple en mi planeta personal): espíritu Aliciano,
máscaras por doquier, mucho cristal y multiplicidad de espejos. Pero los objetivos deben adecuarse a la
logística y trasladarse con toda mi parafernalia desde BAires a Punta
del Este impone límites.
Ante la cierta posibilidad de quiebre los
cristales deben reducirse y los objetos que viajen serán de vidrio (horror
de horrores), minimizando anticipadamente el sufrimiento por su destrucción. Y el tema de los espejos fue un dilema. Imposible llevarlos desde acá y sin margen de
tiempo para investigar en zona y alquilarlos allá. Pero no sería yo si renunciara a los espejos
o, en palabras de Borges, renunciara a convertir mi puesta en un
imposible espacio de reflejos.
Y la lógica farnelliana establece
que si el problema con los espejos es que se rompan (y acarreen el inicio de siete años de vacas flacas), entonces fragmentémoslos desde el principio.
Así
fue que incorporé muchos pedacitos de espejos a diversos objetos para
desparramarlos por mi puesta, a fin de que la luz -desde los ángulos correctos- haga que el espacio se entrecruce de reflejos, brillos y colores proyectados. Si, ya sé, cuando no estoy persiguiendo El
Dorado me encandilo con espejitos de colores. La parte india de mi sangre se impone seguido
y ordena las reglas del juego que más juego.
Somos quiénes somos y lo que hacemos nos delata.
Hoy,
al cabo de tantos y perplejos
años
de errar bajo la varia luna,
me
pregunto qué azar de la fortuna
hizo
que yo temiera los espejos.