“Durante los últimos veinticinco años de su estudiosa vida, el inminente hombre de ciencia y filósofo Emanuel Swedenborg (1688-1772) fijó su residencia en Londres. Como los ingleses son taciturnos, dio en el hábito cotidiano de conversar con demonios y ángeles (…) Cristo había dicho que las almas, para entrar en el cielo, deben ser justas; Swedenborg añadió que deben ser inteligentes; Blake estipularía después que fueran artísticas. (…) Los trajes de los Ángeles resplandecen según su inteligencia. En el Cielo los ricos siguen siendo más ricos que los pobres, ya que están habituados a la riqueza (…) Los pobres de espíritu y los ascetas están excluidos de los goces del Paraíso porque no los comprenderían.”
Jorge Luis Borges, Los Ángeles de Swedenborg – El Libro de Los Seres Imaginarios.-
Definitivamente resulto más propensa a adherir a la aspiración del ideal de Swendenborg by Borges (ser justo, inteligente y artístico) que a las tradicionales virtudes católicas que recuerdo del catecismo infantil: ser casto, pobre y obediente.
Es extraño que siempre termino simpatizando con la postura ética de filósofos y escritores (Shaw diciendo algo así como “Me he librado de la extorsión del Cielo”), y sintiendo disgusto físico sobre el adoctrinamiento (quiero creer que de vocación ética también) de los referentes religiosos.
La debida vocación evangélica de “pobreza de espíritu” me resulta un abierto llamado a la mediocridad (que lamentablemente muchos católicos acatan); la obstinación de signar de “pecado” la natural y sana pulsión sexual del ser humano me convence de la necedad de la iglesia de persistir en tapar al sol con un dedo; y la absurda afirmación que hace poco le oí pronunciar al Nuncio local de que la ley que legitimizó el matrimonio igualitario (entre personas del mismo sexo) estaba “inspirada por el Diablo” me obliga a evitar cualquier intercambio intelectual. Usar a Satanás como argumento de debate en esta época resulta tan pobre como el espíritu ideal del católico.
Insisto, no es nada personal. Como agnóstica, que cada cual crea en lo que quiera mientras no pretenda convencerme.
Hago el comentario solo porque relacioné el pobre espíritu cristiano con uno de los trabajos que separé ayer para subir al blog. ESPIRITU FEMENINO es un dibujito viejo (de 1996 creo), que ganó un par de menciones cuando lo presente a concursar en su época, y que siempre me resultó muy identificatorio del alma femenina. Múltiple e inquieto. Rico en posibilidades. Sin pobrezas de ningún tipo.
Era la época de dibujos rápidos y divertidos. Todos formaron parte de la serie “Fantasías de una muñeca inflable”, serie que, obvia decirlo, nunca pude exponer en forma conjunta.
Pero de esa serie guardo buenos recuerdos, ya que fue bastante leal en registrar la decadencia de la década del 90. Y me dí el gusto de hasta pintar a la Patria desnuda también...
“Yo la siento cruzar ante mis ojos
Y es una estrella muerta la que pasa.
Dejando en pos de su fulgor, la sombra,
Porque en pos de su luz, reina la nada!
Yo la siento cruzar ante mis ojos
Y la pupila tras de sí me arranca,
Cual si su imagen desgreñada y torva,
En vez de su visión, fuese una garra
Yo la siento cruzar ante mis ojos
En aterrante procesión fantástica,
De biblias del deber que ya no enseñan,
De apóstoles del bien que ya no hablan,
De laureles de honor que ya no honran,
De inspirados de Dios que ya no cantan,
De púdicas estolas que envilecen,
De patenas limpísimas que manchan,
De eucarísticos panes que envenenan,
De banderas celestes que se arrastran!
Yo la siento cruzar... ¡Seres felices
Que carecéis de luz en la mirada,
¡Ah! yo no puedo soportar la mía
Bajo la horrible sombra de mi patria!
Almafuerte – La Sombra de la Patria (fragmento)
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