martes, 29 de enero de 2013




     BACK HOME!!! Siempre es grato regresar al lugar donde uno es, simplemente, uno. Sin disimulo, con todas sus rarezas. Y poder pintar. Todo pareciera concluir en eso: volver al caos de mi reducido taller, al olor a kerosene, al vértigo del color. Todo lo demás está muy bien, pero a mí me encanta volver a casa…






“…Me ponen contento/ Contigo las tardes de enero./ Me gustan los grises/ Los peces de hielo./ Te espero en el bar, trae dinero./ Y así se van yendo/ Las aguas, los tiempos,/ Mañana quedamos en la puerta del metro./ Mejor en tu casa,/ Mejor no quedamos…/ Y así se pasó la tarde tictac tictac y es febrero./ Mira como corre, qué cobarde es el tiempo.” 

Alejandro Sanz Llamando a la mujer acción, del álbum La música no se toca 


     Es en febrero cuando se suele iniciar realmente el año. Cuando uno se propone esas metas absurdas que supuestamente intentará cumplir en el año. Sin gran fe –ya que se sabe que es un ritual vacío- uno hace un listado mental de Grandes Intenciones: seguir una dieta más sana, bajar el nivel de alcohol, tratar de abandonar algún que otro vicio inconfesable, practicar algún deporte (¡ja!), pasar más tiempo al aire libre y otra obvia sarta de pavadas por el estilo.

      Por mi parte, descorchando una botella de un tinto portugués que traje del free shop, me propongo limitarme a un par de metas “serias” a las que dedicaré la voluntad escasa de la que dispongo. Continuar con el blog (porque, debo reconocer, es más divertido que llevar mi diario en un cuaderno Rivadavia); tratar de sacar a pasear un poco más mi obra pese al desalentador rechazo habitual de los espacios porteños; avanzar con Ragnarök (es innecesario proponérmelo, eso será de cualquier manera); ampliar mi biblioteca porque ya no tengo espacio para más libros (aunque una nueva estantería ponga en riesgo de derrumbe la parte alta de mi casa); y acercarme, de alguna forma y como sea, a la posibilidad de montar mi taller fuera de casa en un espacio un poco, solo un poco, más grande y cómodo.

      Demasiado, ya sé, pero las buenas intenciones son así. Necesarias para empedrar el camino al infierno. Sentada en uno de los sillones de mi biblioteca veo la sonrisa que me devuelve el doble retrato de Bogart apoyado sobre la estantería. Cierto, uno hace promesas sólo para poder romperlas.






     ¿Y entonces? Entonces nada. El tiempo es una ficción y nada cambia, todo fluye. Seguimos, sin diferencias ni interrupciones. Seguimos siendo nosotros y esa certeza es más que suficiente para arrancar otra vez y continuar con lo que estábamos haciendo.





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