jueves, 3 de enero de 2013

 


     No puedo entender porque le resulta tan difícil de aceptar a algunos de mis (pocos) interlocutores cuando alego que en realidad soy aburrida de tan simple. Son solo unos pocos temas los que me rondan y me obsesionan y que, precisamente por eso, acaban coincidiendo en muchas de mis obras pretendiéndolas complejas cuando son solo más de lo mismo. Llevo años jugando de antropóloga aficionada, inmersa entre el estudio comparativo de las religiones históricas mientras deliro por la iconografía religiosa de todos lados. Y como no caer en la pasión por el Renacimiento y la fastuosidad italiana de Venecia y Roma. Y la cartografía medieval, claro. Todo en la coctelera. Y sírvase en el envase de una mujer contemporánea, independiente y atea, sudamericana pura por lo que el realismo mágico (el absurdo sudaca) lo tengo en el ADN. Súmese que soy de la generación del uso y abuso de la internet con mera finalidad recreativa y ¡ya está! Se explica todo: lo que pinto, lo que escribo, lo que leo, lo que soy. Cualquiera de mis obras puede leerse desde ese patrón y, así, nada es demasiado sorprendente y sí bastante lógico.






     Hace poco explicaba la génesis de la Caja Salomónica a alguien en mitad de los festejos del Fin del Año o del Año Nuevo (ya no los distingo), Caja que hice intencionadamente para regalarla a una pareja que en breve celebra unas obstinadas segundas nupcias sin haber pasado por divorcio alguno. Opté por una caja de vinos, por que el vino es celebración y a mi particularmente me parece cualquier escusa buena para un descorche. Roja, por la pasión que se supone, y con una máscara, porque las máscaras venecianas resumen la vida: verdad y farsa, soy y no soy, un poco a cara descubierta y un poco en las sombras. Espejitos y lentejuelas, mucho brillo porque el esplendor es parte de todo también si uno se dispone al disfrute y no a la tragedia.






   Y como es un regalo de bodas incluí un pasaje del Cantar de los Cantares, la poesía erótica de la Biblia. Estoy en pleno período de Ragnarök, imposible recurrir a otra fuente poética. Sólo unas líneas y una imagen tomada del Cantar de Cantares de Salomón de la versión castellana de Fray Luis de León ilustrado por Javier Alcaíns, ya que la tradición plagiaria es parte de mi también. Todo junto da una pieza auténticamente farnelliana. No es compleja, soy yo en un objeto.








     Cuando trataba de explicarlo con palabras en una conversación quizá un poco demasiado interrumpida para llenar las copas y reiterar los brindis no sonaba entendible. Ahora pude razonarlo en forma ordenada y breve. Es así. Cada cosa que es hago es lo que soy. No hay demasiada elaboración ni excesiva composición ni teorización artística. Ninguna génesis intelectual, me limito a ser. Soy. Y así sale. Caprichosamente auténtica.






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