viernes, 12 de julio de 2013




     Como si se tratara del engranaje milimétricamente exacto de un viejo episodio de TV de Misión Imposible, apronto los pasos definitivos para burlar el cerco y concretar la muestra en España. En unos días viajo al exterior, lo que me permitirá coordinar desde fuera (ya que desde dentro el reino del absurdo desquiciado del régimen k me lo impide) tanto el envío de fondos como la remisión de las obras.






     Aunque la concreta chance de cerrar los preparativos de esa muestra me complace y me libera para otras cosas, la primera reacción que me provoca es FURIA. ¿Por qué no puedo desde mi país hacer las cosas con la calma lógica y la levemente apática languidez que corresponde en estos casos? ¿Por qué debo depender de un circunstancial viaje –motivado en otras razones- para disponer arreglos simples (compra de moneda extranjera, girar fondos para cancelar costos operativos, tramitar permisos de remisión de obra propia) que son acciones habituales y rutinarias cuando se desarrolla una carrera artística?






   ¿Qué mal oprobioso causo a la ilusoria patria de la faraona y su piara camporista? ¿Qué traición imperdonable cometo al pretender que mi Silk Road muestre sus desnudeces varias y coloridas en tierra andaluza? Tal vez si desvistiera en una obra a una Eva propiciatoria para el cruce de caminos (NO HAGAS ESOS CHISTES – NO HAGAS ESOS CHISTES – NO HAGAS ESOS CHISTES) me vería bendecida con Venecia (o con una bomba. ¿Los de la Triple A eran peronistas, o esos eran los montoneros? Los vaivenes peronistas me superan).





     De cualquier manera los sumergidos artistas del subdesarrollo sabemos sobrevivir atándolo todo con alambre. Y un grupejo de políticos corruptos, ignorantes y déspotas no constituyen obstáculo suficiente para alguien que ha hecho de su obstinación por el arte el único sentimiento real que ha sentido nunca.








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