¿Cuál es el criterio racional que aplica
una artista emergente y auto-gestionada para seleccionar los eventos a los que
postula? En mi caso, absolutamente ninguno. He dado prueba sobrada de ello con mi
proceder errático y absurdo.
Mientras que, por un lado, amigos (y no tanto) bienintencionados y al parecer
sabios en estrategia me aconsejan (de
modo próximo a la coacción, debo decir) participar en tal o cual
convocatoria óptima (según me explican)
a las características de mi obra, anticipando resultados a mediano plazo y posicionamientos hábiles en el circuito del arte local, yo me distraigo con otras cosas.
Cuando vi la convocatoria para exponer en Venecia obviamente no me pude resistir
a enviar materia. No valoré ni identidad
de los curadores, ni posibilidades reales de mercado, ni siquiera la trascendencia del evento y su
significancia en mi supuesto curriculum, sólo registré el lugar: Venecia. Siendo poco probable que yo vuelva a visitar la
ciudad en lo inmediato, que alguna de mis obras se traslade a La Serenisima es el modo perfecto para mantenerme conectada con un lugar que define desde hace años mi
trabajo.
Y cuando me confirmaron amablemente que mi
obra les interesa y la posibilidad de participar en el evento se vuelve concreta,
solo queda ponerme a estudiar como cubrir los costos y armar la logística para
el envío.
¿Está mal tomar decisiones movida por el
disfrute más que por la practicidad?
Seguramente, pero es muy difícil que a esta altura de la vida yo vaya a
cambiar los pilares que guían convicciones: el placer y el juego creativo.
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