viernes, 21 de junio de 2019








     ¿Cuál es el criterio racional que aplica una artista emergente y auto-gestionada para seleccionar los eventos a los que postula?  En mi caso, absolutamente ninguno.  He dado prueba sobrada de ello con mi proceder errático y absurdo.

     Mientras que, por un lado, amigos (y no tanto) bienintencionados y al parecer sabios en estrategia me aconsejan (de modo próximo a la coacción, debo decir) participar en tal o cual convocatoria óptima (según me explican) a las características de mi obra, anticipando resultados a mediano plazo y posicionamientos hábiles en el circuito del arte local, yo me distraigo con otras cosas.






    Cuando vi la convocatoria para exponer en Venecia obviamente no me pude resistir a enviar materia.  No valoré ni identidad de los curadores, ni posibilidades reales de mercado,  ni siquiera la trascendencia del evento y su significancia en mi supuesto curriculum, sólo registré el lugar: Venecia.  Siendo poco probable que yo vuelva a visitar la ciudad en lo inmediato, que alguna de mis obras se traslade a La Serenisima es el modo perfecto para mantenerme conectada con un lugar que define desde hace años mi trabajo.
























































     Y cuando me confirmaron amablemente que mi obra les interesa y la posibilidad de participar en el evento se vuelve concreta, solo queda ponerme a estudiar como cubrir los costos y armar la logística para el envío.









     ¿Está mal tomar decisiones movida por el disfrute más que por la practicidad?  Seguramente, pero es muy difícil que a esta altura de la vida yo vaya a cambiar los pilares que guían convicciones: el placer y el juego creativo.    












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