Reconozco que tengo
dificultades para hacer las cosas del modo en que lo hace la mayoría de las
personas. Lo intento, claro, pero me
distraigo y termino jugando los juegos que más me gusta jugar.
Es así: tengo que poner una
foto personal en un dossier para postularme en una convocatoria
internacional. No me gusta sacarme
fotografías por lo que ese requisito se vuelve un problema. Una amiga de toda la vida -que me acepta las
rarezas y que me tiene una soberana paciencia- se tomó el trabajo de tomarme
varias fotos mientras compartíamos un café.
Me sentí ridícula posando según sus indicaciones, pero es mi amiga más
mandona y ni se me ocurre no hacerle caso.
Elige según su criterio y me las reenvía con las precisas instrucciones para
que las pase por un filtro antes de incluirlas en la postulación.
Obediente, recibo las fotos e
ingreso en un programa de retoque de fotografías. Y ahí se desbaratan las
buenas intenciones. Se suponía que con
la tecnología me borrara arrugas, suavizara contornos, me hiciera lucir más
alta (¡si se pudiera!). Pero entre los filtros está el de “foto
antigua”, el que uso habitualmente con algunas imágenes que subo al
blog.
Y me entretuve en envejecer mis
fotos personales y ya dudo de cual
enviar al concurso (creo que mi paciente
amiga no me va a dirigir la palabra por una temporada…)
Vos sos en colores, mas allá del filtro que le pongas a las fotos :-)
ResponderEliminarDigamos, tirando a colorinche... ¡Beso enorme Chi!
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