lunes, 10 de junio de 2019






     Reconozco que tengo dificultades para hacer las cosas del modo en que lo hace la mayoría de las personas.  Lo intento, claro, pero me distraigo y termino jugando los juegos que más me gusta jugar.

     Es así: tengo que poner una foto personal en un dossier para postularme en una convocatoria internacional.  No me gusta sacarme fotografías por lo que ese requisito se vuelve un problema.  Una amiga de toda la vida -que me acepta las rarezas y que me tiene una soberana paciencia- se tomó el trabajo de tomarme varias fotos mientras compartíamos un café.  Me sentí ridícula posando según sus indicaciones, pero es mi amiga más mandona y ni se me ocurre no hacerle caso.  Elige según su criterio y me las reenvía con las precisas instrucciones para que las pase por un filtro antes de incluirlas en la postulación. 






     Obediente, recibo las fotos e ingreso en un programa de retoque de fotografías. Y ahí se desbaratan las buenas intenciones.  Se suponía que con la tecnología me borrara arrugas, suavizara contornos, me hiciera lucir más alta (¡si se pudiera!).  Pero entre los filtros está el de “foto antigua”, el que uso  habitualmente con algunas imágenes que subo al blog.

    Y me entretuve en envejecer mis fotos personales y ya  dudo de cual enviar al concurso (creo que mi paciente amiga no me va a dirigir la palabra por una temporada…)


















2 comentarios:

  1. Vos sos en colores, mas allá del filtro que le pongas a las fotos :-)

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