domingo, 2 de junio de 2019







         No hay posibilidad de arte sin pasión.  Otra gran verdad, pero el enunciado omite aclarar  que la pasión nunca es ecuánime, proporcionada o de larga duración.  La pasión es la llamarada efímera y después nos queda el fueguito parejo y manso a cuyo rescoldo nos cobijamos la mayor parte del tiempo.  

     ¿A qué viene esto? A la lógica de la discusión que sigue al reclamo: el artista trabaja de corrido en su obra, pero la auténtica creación (personal, definida, destinada a perdurar y a dejar en el olvido a su autor) es escasa, invariablemente una excepción.  Sucede cuando sucede, no se puede planificar ni condicionar.  Sucede cuando sucede.  ¿Y entre tanto?  Entre tanto acontece la vida…










     Entretanto, por estos lados, jugamos a jugar subiendo la apuesta.  Es necesario complicar la jugada o la partida se vuelve aburrida.  Vamos con una Reina, la de corazones, y eso requiere acumular rezagos y naipes:




















 




     Dividimos la acción, por un lado la base (de abajo hacia arriba) y por otro la cima (de arriba hacia abajo).  Estructuramos la cabeza de la Reina de Corazones:




























     Y seguimos con el torso:

























     Siempre el timing del secado es el que determina el final de la jornada.  Si no están bien secas estas primeras estructuras no se puede avanzar, menos aun cuando planeamos que gran parte de la figura quede suspendida en el aire.  Veremos como sigue.
















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