miércoles, 5 de junio de 2019








      Las variaciones sobre un mismo tema suele ser la constante en la composición artística.  Uno tiene unos pocos intereses (u obsesiones, según se vea) y se pasa la vida dando vueltas sobre ese eje.

      “J’aimais les peintures idiotes, dessus de portes, décors, toiles de saltimbanques, enseignes, enluminures populaires ; la littérature démodée, latin d’église, livres érotiques sans orthographe, romans de nos aïeules, contes de fées, petits livres de l’enfance, opéras vieux, refrains niais, rythmes naïfs” reseña Rimbaud en la Alquimia del Verbo(Me gustaban las pinturas tontas, dinteles, decorados, telones de trapecistas, emblemas, estampas populares; la literatura pasada de moda, el latín de iglesia, libros eróticos sin ortografía, novelas de nuestras abuelas, cuentos de hadas, libritos infantiles, viejas óperas, estribillos bobos, ritmos ingenuos.)

     Parafraseándolo (¡que sacrilegio!), asumo que mi reiterativo universo se compone de viejos mapas, caligrafía del siglo pasado, juegos de máscaras y Alicia y su mundo maravilloso y visualmente iconográfico.

    A mi primer amague de una Alicia estilizada y sin rostro…













 ...le ha seguido su entorno en papier maché, con abundancia de conejos…













…y falso libro alegórico con una versión en papel de diario de las ilustraciones originales…























         Así, demorarme estos días en una versión extravagante de la Reina de Corazones es no salirme de mi personal lógica de trabajo.  Por acá vamos:



































































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