Finalmente pude hacerme de un rato para sentarme a escribir un
proyecto que con otros artistas venimos esbozando de palabra pero que requiere
forma concreta y estructurada para poder empezar a convertirlo en realidad. Intenté aislarme en mi biblioteca y casi sufro
un ataque de claustrofobia. ¿Cuándo pasó
esto? ¿Cuándo mis cachivaches coparon
cada hueco de mi espacio más privado y otrora inspirador? Traté de controlar la respiración (inspirar, mantener exhalar, inspirar,
mantener exhalar) y pasar revista al evidente descontrol. La Dama del Miriñaque y su perrito
terminaron arriba de mi escritorio porque necesitaban cierto resguardo de mi
gata, interesada en agitar con su patita curiosa las flores de papel del
traje. El conjunto es demasiado amplio
para mi escritorio demasiado escueto y el teclado y el mouse debieron
amontonarse de modo poco práctico.
Los cuadros apilados en el piso son, me temo, moneda corriente por toda la casa...
... y mis pequeñas
esculturas de papel se amontonan dónde queda sitio imposibilitando el acceso a
todo lo que quede detrás o debajo de ellas. Mi biblioteca y mis libros se convirtieron en estantería de soporte de todo aquello que quepa. Necesito más lugar o menos cosas. U otra vida. Quién sabe.
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