miércoles, 9 de octubre de 2019




     Finalmente pude  hacerme de un rato para sentarme a escribir un proyecto que con otros artistas venimos esbozando de palabra pero que requiere forma concreta y estructurada para poder empezar a convertirlo en realidad.  Intenté aislarme en mi biblioteca y casi sufro un ataque de claustrofobia.  ¿Cuándo pasó esto?  ¿Cuándo mis cachivaches coparon cada hueco de mi espacio más privado y otrora inspirador?  Traté de controlar la respiración (inspirar, mantener exhalar, inspirar, mantener exhalar) y pasar revista al evidente descontrol.  La Dama del Miriñaque y su perrito terminaron arriba de mi escritorio porque necesitaban cierto resguardo de mi gata, interesada en agitar con su patita curiosa las flores de papel del traje.  El conjunto es demasiado amplio para mi escritorio demasiado escueto y el teclado y el mouse debieron amontonarse de modo poco práctico.














  Los cuadros apilados en el piso son, me temo, moneda corriente por toda la casa...













... y mis pequeñas esculturas de papel se amontonan dónde queda sitio imposibilitando el acceso a todo lo que quede detrás o debajo de ellas.  Mi biblioteca y mis libros se convirtieron en estantería de soporte de todo aquello que quepa.  Necesito más lugar o menos cosas.  U otra vida.  Quién sabe.
























































































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