jueves, 24 de octubre de 2019











     El Convento de Santa Catalina de Siena fue el primer convento de mujeres de la Ciudad de Buenos Aires. Por Real Cédula del 27 de Octubre de 1717 el presbítero Doctor Dionisio de Torres Briceño obtuvo del Rey Felipe V de España la autorización para fundar un convento de monjas dominicas - también llamadas monjas catalinas-.  El lugar elegido por Torres Briceño  fue en un predio frente al Hospital del Rey, en las esquina de las actuales calles México y Defensa. En 1727, tras adquirir varios solares, se dio inicio a las obras de construcción bajo diseño del hermano Andrés Bianchi, el arquitecto jesuita italiano que con su colega Bautista Prímoli también diseñó los templos del Pilar, la Merced, San Francisco y su capilla de San Roque, y nada menos que la Catedral de Córdoba.

     El  el 24 de abril de 1729 fallece Torres Briceño y  las obras se paralizan por varios años ante la falta de financiamiento y las dudas del Gobernador Bruno Mauricio de Zabala y el Obispo Fray Juan de Arregui respecto de su ubicación.

     El sucesor de Zabala, brigadier Miguel de Salcedo, en 1737 llamó a licitación para continuar la obra, que fue concedida a Juan de Narbona, importante comerciante aragonés y constructor del convento de Recoletos. Narbona solicitó el cambio de ubicación aduciendo que la elegida se encontraba en una parte baja de la ciudad, en extremo transitada, que las paredes levantadas eran débiles para soportar mayores cargas y que la superficie planeada era escasa. Propuso retomar las obras en un nuevo terreno, una manzana completa conocida como "la Manzana del Campanero", en el barrio del Retiro, a siete cuadras de la Plaza Mayor y con frente a la calle de la Catedral. Era un barrio más seguro, de mayor altura, con vistas al  Río de la Plata y, siendo cercano al centro, estaba más aislado del trajín de las calles principales.     La propuesta de Narbona fue autorizada por el gobernador el 25 de septiembre de 1737. De inmediato Narbona procedió a comprar las tierras e inició las obras en 1738, basándose en los planos originales de Bianchi e incorporando algunas modificaciones.

          Pese a sus monjas dominicas y sus arquitectos jesuitas, el convento es franciscano, especialmente comparado con las otras obras de sus autores.  El edificio fue construido íntegramente de ladrillo y cal. Está compuesto por dos plantas dominadas por dos imponentes claustros, uno alto y otro bajo, con el correspondiente número de celdas para albergar cuarenta monjas conventuales. La circulación se desarrolla en torno a un patio central.

     Fue inaugurado en solemne procesión –campanas al viento y “luminarias” encendidas por orden del Cabildoel 21 de diciembre de 1745.  Ese día, las madres fundadoras y cinco postulantes fueron conducidas en carruajes hasta la Catedral de Buenos Aires y de allí a pie en procesión hasta el monasterio, acompañadas por el Obispo, los miembros de los Cabildos eclesiástico y secular y las Órdenes Religiosas de la ciudad. La ciudad permaneció iluminada tres noches y en el monasterio las fiestas religiosas duraron otros tantos días.

      En sus orígenes, el convento ocupaba toda la manzana que rodean las calles San Martín, Reconquista, Viamonte y la Avenida Córdoba. Con el transcurso del tiempo, y a medida que el barrio de Retiro fue incrementando su densidad, el monasterio perdió gradualmente sus terrenos.  En el año 1974, las monjas catalinas se trasladan a su nuevo convento en San Justo, Provincia de Buenos Aires. El monasterio fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1975.
  
     En la mañana del día 5 de julio de 1807, cuando el ejército británico se dispuso a conquistar Buenos Aires, el monasterio de Santa Catalina fue ocupado por tropas pertenecientes al 5º regimiento inglés. Los atacantes penetraron por la pequeña puerta del comulgatorio que comunica con el coro bajo y permanecieron en Santa Catalina hasta el día 7 del mismo mes. Encerradas en una celda a oscuras y sin otro alimento que "…el Santísimo Cuerpo de nuestro amabilísimo Redentor Jesucristo en la comunión del día anterior…", las religiosas no fueron agredidas físicamente por los soldados. El convento sufrió un destrozo importante: ropas, camas y muebles fueron robados, rotos, o utilizados para los enfermos. El templo fue profanado; rompieron imágenes, robaron adornos y los pocos vasos sagrados que no se habían enterrado. 

     Tras la rendición de los ingleses el 7 de julio, Santa Catalina, como la mayoría de los conventos y varias casas de familia, se convirtió en un hospital improvisado para asistir a los heridos de ambos bandos. Durante la reforma eclesiástica impulsada por el Ministro de Gobierno Bernardino Rivadavia, en 1821, se suprimieron algunas órdenes religiosas y sus bienes pasaron al Estado. Además, se prescribieron rígidas normas para ingresar a la vida conventual, pero tanto el monasterio de las Catalinas, como el de las Capuchinas o Monasterio de Santa Clara, no formaron parte de la reforma y fueron respetados.


     En 1889 se levantó frente al monasterio un edificio diseñado por Roland  Le Vacher  para instalar la sucursal argentina de  la tienda por departamentos Au Bon Marché de París.  En 1908 el edificio fue comprado por el Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, estableciendo allí sus oficinas centrales y dándole su nombre definitivo: Galerías Pacífico.
















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