Postales de Finis Terra – conclusiones en cuarentena
Explicábamos en los primeros envíos que Postales
de Finis Terra era un proyecto artístico autogestionado de enlace entre
el arte emergente –carente de apoyo
económico y/o patrocinio de entidades públicas o privadas- con los grandes
centros y referentes culturales del mundo.
Contábamos también que Finis Terra es el
territorio donde moran los artistas independientes, invisibles y marginales al
sistema. Finis Terra no tiene un
emplazamiento geográfico sino espiritual: los dominios soberanos de los que
nunca salen en las fotos. Por eso
recurrimos a enviar una postal para dar señales de vida. Una esquelita en una botella lanzada al mar.
Pero la primera postal inició su recorrido a
mediados de febrero, cuando ya la locura de la pandemia extendía sus tentáculos
por Europa. Jamás recibimos acuse
de recibo, ignorando si llegaron a destino o, si habiendo arribado, pudieron
ser vistas por persona alguna: viajaron cuando todos ya se encerraban en sus
casas.
Imposible saber el destino de la primera
tanda de Postales de Finis Terra.
Damos por perdida esa primera oleada.
El maldito COVID19 se dedicó a hacer -otra vez- el mundo
demasiado grande, las distancias insalvables, la comunicación dificultosa, el
juego colectivo casi imposible.
¿Qué conclusión sacamos de todo esto? Qué no hay conclusión posible, que hay que
barajar y dar de nuevo. Nos cambiaron el
tablero en mitad de la partida, habrá que aprender las reglas que nos rigen
ahora, repensar la estrategia y empezar de cero otra vez. Ventajas de artista autodidacta de país subdesarrollado:
estamos acostumbradas al proceso de prueba-error, a intentan, a fallar, y a
intentarlo otra vez.
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