jueves, 16 de diciembre de 2021

 


      Vida real de artista –  Día 11, cuenta regresiva o teoría del caos

 

         Demasiado qué hacer y no hay estrategia racional que funcione.  Entramos en modo caos absoluto.  La gráfica me entregó las impresiones encargadas, pero los trípticos hay que recortarlos y plegarlos, igual que las etiquetas para identificar las obras, así que en los baches libres entre una cosa y otra andamos con la tijera haciendo tareas que debiera hacer alguien más pero, como no hay nadie más, tenemos que hacer también.
































 

     Las carpetas quedaron bonitas, pero aun no he podido armar el material de prensa que voy a meter adentro.  Necesito cinco minutos libres, solo cinco.  Y un rato después para llevar a imprimir.  Y otro para armar.  Y otro para seleccionar destinatarios.  Y otro para respirar y seguir.













 



      Todavía estoy embalando o, mejor dicho, todavía estoy dando vueltas tratando de embalar esas obras frágiles y llenas de puntas que son, a vista de cualquiera, imposibles de embalar.  Pero insisto y desperdicio tiempo y crisis nerviosas en esa tarea irrealizable sólo para aumentar la presión.



 





     Obtuve los pasajes para cruzar el Río de la Plata y me anoticio de todo el tramiterío extra que toca esta vez por mérito de la peste.  Un testeo 72 horas antes de cruzar, más dos declaraciones juradas, más un nuevo testeo de confirmación a los 7 días del primero y otro testeo antes de poder pegar la vuelta.  Todo a costa de nuestro bolsillo.  A la lista de gastos extras.  Nuevas tareas pendientes: averiguar donde hacer esas cosas, sacar los turno, verificar que den las fechas.  Post data: bajar aplicaciones al celular para el código QR de la vacuna pero, por las dudas, por falta de señal, llevar el cartoncito en lugar seguro.  Chequear las fechas, la última que no exceda los 6 meses.  Corroborar que la vacuna recibida es aceptada en el país vecino.  Voy a gritar.








 

     Tengo inconclusos los avisos de exportación de los Arlequines y de las Bandejas Enmascaradas, que pese a ser catalogables como “artesanías” (papel y cartón de descarte, basura en mi idioma, todo bastante perecedero en la humedad, nada destinado a la posteridad) al final y por las dudas de conflictos en la Aduana opté por catalogarlos generosamente como “obras de arte” y hacer los permisos también.  Pero no salen.  Acabo de mandar un “pronto despacho” a esos tres expedientes, supongo que al solo efecto de ganarme el odio irracional del empleado que los lleva.  Que se le va a hacer, total, el caos propende al caos y al entorpecimiento burocrático.

 
























     ¿Qué más?  No he conseguido el contacto para el alquiler de los atriles y pies de esculturas allá, sigo al aguardo de que el organizador general me mande un contacto (pero él está tan enredado como yo en coordinar infinitas variables). También tengo pendiente el tema de mi hospedaje, las luces y las telas para la puesta y conseguir un ratito para hacer algo con mi pelo que tras el salvajismo de un encierro interminable requiere asistencia de un peluquero para estar presentable en un evento donde acompañaré en persona a mi obra.  Este lamentable estado de cabello sin mantenimiento por más de un año es inadmisible.  Quisiera cumplir con la lógica de las cuentas regresivas e ir tachando de mi lista de pendientes, pero estoy atascada y lo que queda por hacer no avanza hacia ningún lado.

















 


No hay comentarios:

Publicar un comentario