martes, 12 de abril de 2022

 






     A lo largo de los años uno va acopiando consejos.  Buenos consejos.  Que aun cuando uno tenga la voluntad de acatarlos, la realidad impone límite.  El hombre y su circunstancia, en mi caso, mi circunstancia geográfica.  La Argentina (sus sucesivos gobiernos ineptos y corruptos) vuelve imposible planificar más allá de los próximos veinte minutos.  Y a veces ni tanto.

 

     Uno de los consejos habituales que uno recibe como artista es planificar las acciones de difusión y exhibición de la obra.  El artista necesita mostrar lo que hace, en las artes visuales la visualización es la esencia del juego.  Entonces, se debe organizar muestras y acciones variadas (publicaciones gráficas, inclusión en catálogos y libros, proyección pública de imágenes, y todo el variopinto menú que acrecentó la tecnología).  Y uno organiza, planifica e invierte tiempo y dinero en estas acciones que en la mayoría de los casos se interrumpen, se caen o no se pueden concretar completas.  En los últimos años por razones que mi lógica no sabe entender el gobierno local se ha dedicado a dificultar perversamente el movimiento físico de la obra, a impedir pagos al exterior para reservar un espacio o pagar algún derecho de exhibición, a complicar hasta el absurdo recibir apoyos o subsidios externos, a vedar toda  posibilidad de mecenazgo y a complejizar de tal modo los enredos impositivos que uno se abstenga de pensar siquiera hacer algún emprendimiento  por cuenta propia. 








 

      Así, ese buen consejo de la estrategia y la planificación cuidada se convierte en una broma pesada cuando uno se encuentra con su existencia en estas tierras del sur del mundo.  Acá no se puede hacer nada.  Y si algo sale es a pura improvisación, a golpe de casual buena fortuna, a las escondidas del sistema, moviéndose por las cornisas de los márgenes, arriesgándose a perder mucho más de lo que eventualmente pueda ganarse.  Claro, algo hacemos pese a todo, aunque lo que se frustra en el camino sea infinitamente mayor.










 

     ¿Cómo puede soportarse esta forma de malvivir?  No se.  Se soporta porque es lo que hay.  Lo que ha habido siempre.  Un país altamente insalubre para los que se empeñan en perseverar en el arte.

 

     Cortan el puente, hacen acampes en las avenidas principales, tardas todo el día en llegar a un lugar donde te atrapa una huelga repentina o un bloqueo de camioneros; superas esos obstáculos y arribas a destino pero justo se cayó el sistema informático y tampoco te pueden atender.  Tenes que pagar un arancel pero bloqueaste la clave y no podes ir al banco a que te la desbloqueen si no pediste turno previo desde el home banking al que no podés acceder por tener, precisamente, bloqueada la clave.  Uno quiere participar en una feria internacional (carísima pero prestigiosa), reservas con anticipación, pasas todo el filtro de selección del comité curador del evento, te dan finalmente el OK, pero el dinero que tenías separado para cubrir los costos (que no te dejaron resguardar en dólares porque sos un cipayo y el Banco Central te impide comprarlos porque ya estás pagando Netflix lo que es, ¡obviamente! un modo de fuga de divisas) ya no cubre ni la mitad.  Te empujan a la marginalidad o a que te vayas.  Acá definitivamente no podés hacer nada.  Me hablan de planificación y estrategia y sólo puedo responder: yo, argentina…























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