A lo largo
de los años uno va acopiando consejos.
Buenos consejos. Que aun cuando uno
tenga la voluntad de acatarlos, la realidad impone límite. El hombre y su circunstancia,
en mi caso, mi circunstancia geográfica.
La Argentina (sus sucesivos gobiernos ineptos y corruptos)
vuelve imposible planificar más allá de los próximos veinte minutos. Y a veces ni tanto.
Uno de los
consejos habituales que uno recibe como artista es planificar las acciones de
difusión y exhibición de la obra. El
artista necesita mostrar lo que hace, en las artes visuales la
visualización es la esencia del juego.
Entonces, se debe organizar muestras y acciones variadas (publicaciones
gráficas, inclusión en catálogos y libros, proyección pública de imágenes, y
todo el variopinto menú que acrecentó la tecnología). Y uno organiza, planifica e invierte tiempo y
dinero en estas acciones que en la mayoría de los casos se interrumpen, se caen
o no se pueden concretar completas. En
los últimos años por razones que mi lógica no sabe entender el gobierno local se
ha dedicado a dificultar perversamente el movimiento físico de la obra, a impedir
pagos al exterior para reservar un espacio o pagar algún derecho de exhibición,
a complicar hasta el absurdo recibir apoyos o subsidios externos, a vedar toda posibilidad de mecenazgo y a complejizar de
tal modo los enredos impositivos que uno se abstenga de pensar siquiera hacer
algún emprendimiento por cuenta propia.
Así, ese
buen consejo de la estrategia y la planificación cuidada se convierte en una
broma pesada cuando uno se encuentra con su existencia en estas tierras del sur
del mundo. Acá no se puede hacer
nada. Y si algo sale es a pura
improvisación, a golpe de casual buena fortuna, a las escondidas del sistema, moviéndose
por las cornisas de los márgenes, arriesgándose a perder mucho más de lo que
eventualmente pueda ganarse. Claro, algo
hacemos pese a todo, aunque lo que se frustra en el camino sea infinitamente
mayor.
¿Cómo puede
soportarse esta forma de malvivir? No
se. Se soporta porque es lo que
hay. Lo que ha habido siempre. Un país altamente insalubre para los que se
empeñan en perseverar en el arte.
Cortan el
puente, hacen acampes en las avenidas principales, tardas todo el día en llegar
a un lugar donde te atrapa una huelga repentina o un bloqueo de camioneros;
superas esos obstáculos y arribas a destino pero justo se cayó el sistema informático
y tampoco te pueden atender. Tenes que
pagar un arancel pero bloqueaste la clave y no podes ir al banco a que te la
desbloqueen si no pediste turno previo desde el home banking al que no
podés acceder por tener, precisamente, bloqueada la clave. Uno quiere participar en una feria
internacional (carísima pero prestigiosa), reservas con anticipación,
pasas todo el filtro de selección del comité curador del evento, te dan
finalmente el OK, pero el dinero que tenías separado para cubrir los costos (que
no te dejaron resguardar en dólares porque sos un cipayo y el Banco Central te
impide comprarlos porque ya estás pagando Netflix lo que es, ¡obviamente! un modo de fuga de
divisas) ya no cubre ni la mitad. Te
empujan a la marginalidad o a que te vayas.
Acá definitivamente no podés hacer nada. Me hablan de planificación y estrategia y sólo
puedo responder: yo, argentina…
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