sábado, 9 de abril de 2022

 





 

 

     Primeros avances.  Avances hacia arriba, porque tengo que subir capa por capa para afianzar el endeble papel de servilleta que pegué sobre el cartón entelado alguna vez pintado al óleo.  ¿Ya dejé sentado que es un disparate usar servilletas de papel como base para una de mis mixturas?  Lo reitero con fervor.

 

      Quiero trazar un ángel con tinta, pero la lapicera rasga y levanta la servilleta, por lo que empasto con acrílico blanco en un intento de fijar la base.  Pero el acrílico me seca la punta de la lapicera y la tinta en gel no baja.  Me enfurezco, insisto irracionalmente y me quedo sin lapiceras de tinta blanca que funcionen.  Cinco arruiné.  En vez de retornar a la sensatez y la calma caigo en una lapicera amarilla fluo que detesto y que no uso nunca y que, precisamente por eso, aun funciona.  Arruino el ángel.  Mañana compraré nuevas lapiceras blancas.






















 

     Me entretengo en la parte alta del fondo, le doy contorno a los lunares, que alegremente se despegan también.  Por alguna razón creo buena idea ponerle esmalte de uñas a los lunares para, con el peso, adherirlos al soporte.  Otra idea estúpida.  El papel se encapsula y me mira diciendo “-¿Cuánto tiempo pensás que pasará antes de que me quiebre y me salte?-“  Que día tengo…




























 

      Me calmo los nervios con el turbante.  Trazar lentejuelas pequeñitas me sosiega más que el valium.  En un exceso de optimismo creo que puedo salvar este absurdo de las servilletas de base.  Mañana será otro día.




























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