Empezamos
otra vez. Me conquistó no la mirada (sugerente e intensa) sino
el turbante, que no dibujo acabadamente pero que saboreo por adelantado las posibilidades de exceso que me dará su composición.
Me empecino
con un cartón entelado viejo y con dos previas inconclusas, que tapo con servilletas
de papel con lunares rojo. No adhieren
bien y auguran un pastiche inestable, pero sigo y monto encima mi retrato. Trato de asegurar el soporte con unos círculos
cortados de una bolsita de papel de una chocolatería.
Y
unificamos en parte el pegoteo endeble trazando unas letras. Mientras que me gusta el conjunto el papel se
sigue despegando. ¿A quién se le ocurren
servilletas como papel base? A alguien
que tiene ganas de perder el tiempo trabajando sobre un soporte que no va a
resistir ni las mixturas y ni el manoseo.
Así somos.
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