Pese a
proclamar a quién quiera escuchar mi condición de artista indie y autogestionada, en momentos como este, donde
la logística de un evento se vuelve kafkiana, me encantaría volver a la vieja usanza
y dejar que otro se encargue de las cuestiones terrenales mientras yo me limito
a las eterealidades de la creación.
Siguiendo
mi plan inicial, me dediqué los primeros días de septiembre a consultar por los
displays acrílicos necesarios para montar toda la puesta en mi stand de
la Art Week Chile 2022. Y
como es normal en estos tiempos de “Argentina, no lo entenderías”,
al pedir presupuesto en seis grandes casas dedicadas a estos menesteres, consigo
seis diferentes variables de precios, pero tan distintas que sólo pueden
entenderse aceptando que los precios se determinan tirando los dados. Cualquiera dirá que qué importa las
divergencias, hay que optar por lo más barato; pero siendo tan abismales los
parámetros mi cerebro se clava en la duda y cuestiona racionalmente si
estaremos hablando todos de las mismas cosas.
Para más
engorro, una empresa me pasa los valores más bajos para los soportes de 30X30 cms.
pero los valores más caros para los de mayor tamaño necesarios para mis Postales
Victorianas. De manera que si
quiero optar por el precio menor tengo que dividir el encargo en dos,
duplicando complicaciones de pago, facturación y retiro del material.
Todas mis
consultas sobre unos soportes pequeños, tipo cajita de CD para mis Postalitas de 12X20 cms., obtuvieron
como respuesta que no hacen cosas así. ¿Por
qué no? No me explican, y yo ya tengo un
desorden mental que prefiero postergar esa cuestión y ver luego de solucionarla
por otro lado.
Entre
mis averiguaciones obtengo también unas caras soberanas de desconcierto cuando
pregunto sobre la resistencia de estos soportes si los mando en una valija en
bodega de avión. Parece que la opción que
garantizaría la integridad es la de armar bulto (¡con madera!) y remitirlo
por tierra con una empresa de transporte.
Fantástico, un objetivo logístico extra en mi plan. Pero postergo hacerme mala sangre por eso. Me limito de momento a confirmar los pedidos,
transferir señas y verificar plazos de entrega.
Aunque
esta parte de las gestiones las realice sentada frente a la computadora, el detallar
pedidos, discriminar IVA, completar data
de facturación, y todas esas formalidades de rigor que parecen tan ajenas a mi
realidad, me implican un indescriptible fastidio que me invade toda la jornada.
Pero
intentando ser optimista me digo que vengo dentro de mis plazos temporales, intentando
concretar los soporte de acrílico durante septiembre. Podré en breve dedicarme al rompedero de
cabeza con las gráficas para el diseño e impresión de catálogos y folletería. Más logística. Quién asoció el ser artista
con la vida bohemia realmente no sabía de lo que estaba hablando…
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