jueves, 8 de septiembre de 2022

 









     Pese a proclamar a quién quiera escuchar mi condición de artista indie y  autogestionada, en momentos como este, donde la logística de un evento se vuelve kafkiana, me encantaría volver a la vieja usanza y dejar que otro se encargue de las cuestiones terrenales mientras yo me limito a las eterealidades de la creación.

 

       Siguiendo mi plan inicial, me dediqué los primeros días de septiembre a consultar por los displays acrílicos necesarios para montar toda la puesta en mi stand de la Art Week Chile 2022.   Y como es normal en estos tiempos de “Argentina, no lo entenderías”, al pedir presupuesto en seis grandes casas dedicadas a estos menesteres, consigo seis diferentes variables de precios, pero tan distintas que sólo pueden entenderse aceptando que los precios se determinan tirando los dados.  Cualquiera dirá que qué importa las divergencias, hay que optar por lo más barato; pero siendo tan abismales los parámetros mi cerebro se clava en la duda y cuestiona racionalmente si estaremos hablando todos de las mismas cosas.

 

     Para más engorro, una empresa me pasa los valores más bajos para los soportes de 30X30 cms. pero los valores más caros para los de mayor tamaño necesarios para mis Postales Victorianas.  De manera que si quiero optar por el precio menor tengo que dividir el encargo en dos, duplicando complicaciones de pago, facturación y retiro del material.






 


      Todas mis consultas sobre unos soportes pequeños, tipo cajita de CD para mis  Postalitas de 12X20 cms., obtuvieron como respuesta que no hacen cosas así.  ¿Por qué no?  No me explican, y yo ya tengo un desorden mental que prefiero postergar esa cuestión y ver luego de solucionarla por otro lado.







 

          Entre mis averiguaciones obtengo también unas caras soberanas de desconcierto cuando pregunto sobre la resistencia de estos soportes si los mando en una valija en bodega de avión.  Parece que la opción que garantizaría la integridad es la de armar bulto (¡con madera!) y remitirlo por tierra con una empresa de transporte.  Fantástico, un objetivo logístico extra en mi plan.  Pero postergo hacerme mala sangre por eso.  Me limito de momento a confirmar los pedidos, transferir señas y verificar plazos de entrega.

 

       Aunque esta parte de las gestiones las realice sentada frente a la computadora, el detallar pedidos, discriminar  IVA, completar data de facturación, y todas esas formalidades de rigor que parecen tan ajenas a mi realidad, me implican un indescriptible fastidio que me invade toda la jornada.





 

        Pero intentando ser optimista me digo que vengo dentro de mis plazos temporales, intentando concretar los soporte de acrílico durante septiembre.  Podré en breve dedicarme al rompedero de cabeza con las gráficas para el diseño e impresión de catálogos y folletería.  Más logística. Quién asoció el ser artista con la vida bohemia realmente no sabía de lo que estaba hablando…























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