sábado, 31 de agosto de 2024

 



 

     Sigo componiendo mi versión de El Poeta, y mientras que en los últimos días he leído varias valoraciones críticas de la poesía de Borges como inferior a su prosa, no puedo dejar de evocar cuando adolescentes -amante leal de Rimbaud y Baudelaire- rompí en llanto al descubrir junto a aquel hombre que se había propuesto cifrar el universo en un libro que “se había olvidado de la luna”.  Desde entonces me siento obligada a prestar siempre mucha atención, no vaya a ser que entre tanta exageración y desborde de mi temperamento creativo  vaya también a incurrir en el desliz imperdonable de olvidarme de la luna…  Tengo ese poema grabado en el alma.

 

     Vamos, entretanto, con un tigre que aspire ser todos los tigres, el arquetípico y el de sangre caliente,




















 una versión de mi luna inolvidable,


















 una primera espada consilio firmatei dei, que por el firme consejo de dios incurra en anacrónicas guerras santas.  


















      Vamos avanzando bien.     Seguimos.

 

 

Cuenta la historia que en aquel pasado
Tiempo en que sucedieron tantas cosas
Reales, imaginarias y dudosas,
Un hombre concibió el desmesurado

Proyecto de cifrar el universo
En un libro y con ímpetu infinito
Erigió el alto y arduo manuscrito
Y limó y declamó el último verso.

Gracias iba a rendir a la fortuna
Cuando al alzar los ojos vio un bruñido
Disco en el aire y comprendió, aturdido,
Que se había olvidado de la luna.

La historia que he narrado aunque fingida,
Bien puede figurar el maleficio
De cuantos ejercemos el oficio
De cambiar en palabras nuestra vida.

Siempre se pierde lo esencial. Es una
Ley de toda palabra sobre el numen.
No la sabrá eludir este resumen
De mi largo comercio con la luna.

Jorge Luis Borges, La Luna (fragmento)









sábado, 24 de agosto de 2024

 


El poeta

A veces en las tardes una cara

Nos mira desde el fondo de un espejo;

El arte debe ser como ese espejo

Que nos revela nuestra propia cara.

J.L.B.

En un libro de 1926, El tamaño de mi esperanza, que Borges intentó borrar del mapa editorial en vano, se recoge una opinión (“toda literatura es autobiográfica, finalmente. Todo es poético en cuanto nos confiesa un destino, en cuanto nos da una vislumbre de él”) aplicable sobre todo a la poesía lírica, porque es en ella donde este destino suele mantenerse “bosquejado siempre por símbolos que se avienen con su idiosincrasia y que nos permiten rastrearlo”. He aquí una concepción de la poesía como confidencia, expresión de un alma o un carácter, testamento de lo más íntimo, que le acompañaría toda su vida.

Silvia Rins, El penúltimo infierno de Borges






 

 

     En el aniversario 125 del natalicio de Borges inicio el bosquejo de “El Poeta”, esperando que las confluencias mágicas procedan como inspiración y pueda plasmar en mi trabajo todo el cariño y la profunda admiración que siento por un escritor que me ha acompañado casi toda mi vida, como un mentor tácito y silente de mi visión del mundo.  Feliz cumpleaños, maestro.


     Parto de un retrato fragmentado, clásico, aunque no he podido precisar el autor de la fotografía original para su debido reconocimiento.  Me encanta ese retrato que evoca la multiplicidad de los espejos, lo replico y dejo que fuego recorte excedentes y horade a su ígneo capricho.




























 
 

    Y ahora a resumir lo autobiográfico de la poesía, con sus talismanes constantes: los tigres, la rosa, la tarde, la espada, la luna...



“Convencido de que las metáforas importantes no eran las de los juegos de prestidigitación o pirotecnia verbal que explotaron las vanguardias, sino las esenciales y universales, prestas a despertar emociones profundas, se apropia de las fundamentales de la tradición (el tiempo como río, la vida o la muerte como sueño); otras perfilan un sistema coherente y obsesivo de símbolos, en persistente movimiento y en evolución significativa a lo largo de su obra, que conforman su versión íntima del mundo: el Tigre es un arquetipo de tigre (el tigre de fuego de Blake, el de Hugo, el de Shere Kan), el tigre de sangre caliente de Sumatra o de Bengala, el que no nació bisonte, león o pantera: el que no está en el verso; las tardes que fueron y serán, son una sola; la rosa es la rosa invisible de Milton, una rosa amarilla, la rosa profunda: todas las rosas que dejan de ser la rosa y quieren ser la Rosa; la espada está en todas las espadas con nombre: Gram, Durendal, Joyeuse, Excalibur; La luna es las lunas de las noches compartidas (la luna de Diana y de Ariosto, la luna de Quevedo y la de Hugo): la palabra luna.” 

Silvia Rins, El penúltimo infierno de Borges








miércoles, 21 de agosto de 2024

 





Confirmada la inclusión de mi trabajo en la 2da. Antología Grito de Mujer de Poesía y Arte, un proyecto colectivo contra la violencia hacia la mujer y en pro de laa defensa y ampliación de derechos, con sede en Santo Domingo, República Dominicana. Un verdadero honor.





































      Siguiendo con actividades en esta parte del planeta, presenté formal postulación para el Premio de Pintura Josefina de Bakker, en Quito, Ecuador.  Si, sé que mi trabajo no es estrictamente “pintura”, pero el tipo de mixtura estrafalaria que hago tampoco puede calificarse estrictamente de “dibujo”.  Pero postulé motivada principalmente por el deseo de enviar mi obra a la tierra natal de mi papá, una razón de sentimentalismo puro, pero que en mi lógica tiene mucho de retorno al principio más remoto de lo que hago (que es lo que soy).





 





















sábado, 17 de agosto de 2024

 






    Cuando se experimenta (o en mi idioma: cuando jugamos a hacer algo que no habíamos hecho antes, sin ninguna expectativa) la curiosidad se impone por sobre el concepto creativo y la estética visual.  Uno está probando a ver que sale, y el resultado final es una anécdota que raramente puede satisfacernos.  La obra resultante de un experimento rara vez nos gusta, pero es el antecedente de otra que, más razonada y menos negligente, probablemente  se nutra de estas pruebas lúdicas.














    Pintar sobre el acrílico que contiene la lámina dibujada e intervenida con fuego resultó muy divertido. Incorporar diseños en un plano superior combinándose con el diseño interior me permitió superponer imágenes sin interferencias, de modo que el ángulo de la mirada pueda descubrir lo que está debajo (y a través).  Obviamente, el resultado final no me gustó, demasiado básico y casi infantil.  Pero abre la puerta a incluir no sólo la pared en la composición, sino también la superficie de protección del acrílico, tal vez el vidrio del enmarcado en algún proyecto “serio” futuro.  Implica muchas posibilidades, aunque el resultado concreto del experimento en si me parezca lamentable.







       Ya en modo juego absoluto, me pregunté por qué no adherir papel sobre el acrílico (no solo colocarlo dentro), y resultó un angelito muy lindo.  Pero cuando lo probé integrado a un dibujo (un retrato cualquiera) me resultó demasiado cargado y central como para sumarse a una composición en lugar de simplemente taparla.  Así, acabé con tres sobres de acrílicos involucrados en mi tarea experimental, y sin ninguno que merezca no ir al sector de inconclusas de mi taller.  Pero algo de todo esto servirá en el futuro, seguramente.