Sigo componiendo mi versión de El Poeta, y mientras que en los últimos días he leído varias valoraciones críticas de la poesía de Borges como inferior a su prosa, no puedo dejar de evocar cuando adolescentes -amante leal de Rimbaud y Baudelaire- rompí en llanto al descubrir junto a aquel hombre que se había propuesto cifrar el universo en un libro que “se había olvidado de la luna”. Desde entonces me siento obligada a prestar siempre mucha atención, no vaya a ser que entre tanta exageración y desborde de mi temperamento creativo vaya también a incurrir en el desliz imperdonable de olvidarme de la luna… Tengo ese poema grabado en el alma.
Vamos, entretanto, con un tigre que aspire ser todos los tigres, el arquetípico y el de sangre caliente,
una versión de mi luna inolvidable,
una primera espada consilio firmatei dei, que por el firme consejo de dios incurra en anacrónicas guerras santas.
Vamos avanzando bien. Seguimos.
Cuenta la historia que en aquel pasado
Tiempo en que sucedieron tantas cosas
Reales, imaginarias y dudosas,
Un hombre concibió el desmesurado
Proyecto de cifrar el universo
En un libro y con ímpetu infinito
Erigió el alto y arduo manuscrito
Y limó y declamó el último verso.
Gracias iba a rendir a la fortuna
Cuando al alzar los ojos vio un bruñido
Disco en el aire y comprendió, aturdido,
Que se había olvidado de la luna.
La historia que he narrado aunque fingida,
Bien puede figurar el maleficio
De cuantos ejercemos el oficio
De cambiar en palabras nuestra vida.
Siempre se pierde lo esencial. Es una
Ley de toda palabra sobre el numen.
No la sabrá eludir este resumen
De mi largo comercio con la luna.
Maravilloso ese Borges poeta, junto a sus símbolos más preciados: el tigre, la espada, la luna. No perdamos nunca de vista la luna :=). Impaciente por ver por qué nuevos vericuetos te lleva la creatividad.
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