sábado, 17 de agosto de 2024

 






    Cuando se experimenta (o en mi idioma: cuando jugamos a hacer algo que no habíamos hecho antes, sin ninguna expectativa) la curiosidad se impone por sobre el concepto creativo y la estética visual.  Uno está probando a ver que sale, y el resultado final es una anécdota que raramente puede satisfacernos.  La obra resultante de un experimento rara vez nos gusta, pero es el antecedente de otra que, más razonada y menos negligente, probablemente  se nutra de estas pruebas lúdicas.














    Pintar sobre el acrílico que contiene la lámina dibujada e intervenida con fuego resultó muy divertido. Incorporar diseños en un plano superior combinándose con el diseño interior me permitió superponer imágenes sin interferencias, de modo que el ángulo de la mirada pueda descubrir lo que está debajo (y a través).  Obviamente, el resultado final no me gustó, demasiado básico y casi infantil.  Pero abre la puerta a incluir no sólo la pared en la composición, sino también la superficie de protección del acrílico, tal vez el vidrio del enmarcado en algún proyecto “serio” futuro.  Implica muchas posibilidades, aunque el resultado concreto del experimento en si me parezca lamentable.







       Ya en modo juego absoluto, me pregunté por qué no adherir papel sobre el acrílico (no solo colocarlo dentro), y resultó un angelito muy lindo.  Pero cuando lo probé integrado a un dibujo (un retrato cualquiera) me resultó demasiado cargado y central como para sumarse a una composición en lugar de simplemente taparla.  Así, acabé con tres sobres de acrílicos involucrados en mi tarea experimental, y sin ninguno que merezca no ir al sector de inconclusas de mi taller.  Pero algo de todo esto servirá en el futuro, seguramente.

 


























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