Cuando se
experimenta (o en mi idioma: cuando jugamos a hacer algo que no habíamos hecho
antes, sin ninguna expectativa) la curiosidad se impone por sobre el concepto
creativo y la estética visual. Uno está probando
a ver que sale, y el resultado final es una anécdota que raramente puede satisfacernos. La obra resultante de un experimento rara vez
nos gusta, pero es el antecedente de otra que, más razonada y menos negligente,
probablemente se nutra de estas pruebas
lúdicas.
Pintar sobre
el acrílico que contiene la lámina dibujada e intervenida con fuego resultó muy
divertido. Incorporar diseños en un plano superior combinándose con el diseño
interior me permitió superponer imágenes sin interferencias, de modo que el ángulo
de la mirada pueda descubrir lo que está debajo (y a través). Obviamente, el resultado final no me gustó,
demasiado básico y casi infantil. Pero
abre la puerta a incluir no sólo la pared en la composición, sino también la superficie
de protección del acrílico, tal vez el vidrio del enmarcado en algún
proyecto “serio” futuro. Implica muchas
posibilidades, aunque el resultado concreto del experimento en si me parezca
lamentable.
Ya en modo juego absoluto, me pregunté por
qué no adherir papel sobre el acrílico (no solo colocarlo dentro), y resultó un
angelito muy lindo. Pero cuando lo probé integrado a un dibujo (un retrato cualquiera) me resultó demasiado cargado y central como para
sumarse a una composición en lugar de simplemente taparla. Así, acabé con tres sobres de acrílicos involucrados
en mi tarea experimental, y sin ninguno que merezca no ir al sector de
inconclusas de mi taller. Pero algo de
todo esto servirá en el futuro, seguramente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario