lunes, 19 de agosto de 2013

Regreso definitivo a RAGNARÖK






     Definitivamente arranqué con la parte final de mi Totem. Mi Buey Apis enfurecido. No lo boceté ya que no se me ocurre como lograr con papel tissue hacer una animal imponente, parado en las dos patas traseras y amenazante con las dos delanteras, que tenga el poder suficiente de sostener todo el grupo superior. Confío que en el “ir haciendo” la idea surgirá sola. Estructuré la cabeza con cajas para sostener la base del Buho Oráculo y de la Anfisbena. De la cabeza para abajo veremos. El experimento es tan divertido resulte bien o resulte pésimo. Y aunque parezca mentira, en reparar cada pifia está el camino certero hacia la perfección.






     Como el grupo ya tiene bastante porte (un metro treinta desde el pie del Buho Oráculo hasta la cabeza del Monito Gagool, y unos metro diez de amplitud de las alas), al retomar el trabajo me ocupa un espacio importante en el talle, convirtiéndose en un estorbo ineludible. Esa propia incomodidad es la clave para evitar que me distraiga en otra cosa. Mientras el Totem esté en trabajo no puedo abrir los caballetes. Por eso es empezar y seguir hasta el fin. En cierta forma siento que si termino el Totem, como símbolo lúdico de Ragnarök, la serie terminará cerrándose y concluiré las otras obras que tengo en la cabeza de un modo absolutamente natural.






     Muchas (¡muchísimas veces!) me he burlado con sarcasmo de los artistas que dan complejas explicaciones sobre el factor psicológico-inconsciente de su proceso de creación. Pavadas, a mi criterio. Todo se trata de tener la imagen en la cabeza (la idea, el concepto) y después trabajar a lo bestia días y días, semanas y meses, para lograr en los hechos la mayor aproximación posible a esa idea. Pero ahora, escribiendo esta especie de diario, me veo reconociendo la cantidad de factores aleatorios (estados de ánimo, elaboración inconsciente, el factor desconocido –suerte, casualidad, magia- que solucionará el conflicto técnico) que incluyo en mi trabajo. No se trata sólo de concepto/trabajo. Hay más. 

      Pero como no me gusta (no estoy acostumbrada) dar trascendencia a cualquier cosa que no sea escrupulosamente racional y que mi cerebro haya masticado hasta deglutir por completo, voy a hacer como que este factor inexplicable no fue registrado por mi radar y que jamás, ¡jamás!, he reconocido lo que acabo de reconocer. He visto este tipo de negación en los discursos diarios de los políticos, si ellos pueden, ¿por qué yo no?





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