Tal como corresponde hago exactamente lo contrario a lo que las “buenas” (por así decirlo) lenguas me aconsejan. La mayoría de las veces no es porque e-xac-ta-men-te lo esté buscando, sino porque surge, se da, y, sobre la marcha, me convence (me resulta divertido o estéticamente satisfactorio) y le doy para adelante. Quienes por alguna razón que ignoro se consideran mis “asesores” pegan gritos de espanto, aúllan que qué cosa estoy haciendo, que tengo que dar coherencia de estrategia de marketing a mi carrera, que tengo que guardar cierta compostura para que el mercado no me rechace, y bla, bla, bla con sus etcéteras. Es muy probable –probabilísimo- que sea así y es del todo cierto que precisamente ese factor es el que me tenga más sin cuidado. Ahí voy yo, como siempre, haciendo lo que me venga en gana. Siguiendo el viento y el cálido placer de creer que lo que deba ser será.
Al fin y al cabo –digo, y elevo la voz en una pueril e indignada defensa de mi postura- si siempre he dibujado gente desnuda, ¿a que sorprenderse que haya aceptado ser incluida en un sitio netamente erótico? (-Lo que te dicen es que de ahí a la pornografía hay un pasito- me traduce con paciencia una de mis voces. –Lo que te dicen es que si querés que te cuelguen más seguido dejá de filar el precipicio.) En mi criterio (errado, puede ser, pero absolutamente mío), se trata sólo de difundir la obra y uno no anda discriminando al público para ello. Yo muestro mi trabajo a quién lo quiera ver, la mirada con que lo mire ya es cuestión del espectador. Como ya me aburrí de decirme a mi misma: no soy responsable de las fantasías ajenas, que a duras penas cargo con las propias.
Y así, desde hace un par de días, varias de mis chicas se despliegan en www.onlyeroticart.com y yo me he ganado que otros galeristas y art dealers me borren de sus agendas. Que se le va a hacer.
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