No puede pedírsele estrategia a quien está
jugando. Salvo la estrategia propia del
juego, que, en este caso, es ninguna estrategia. Jugar a jugar.
Con eso
debería ser suficiente, pero no. Si no
es estrategia (“estrategia de negocio”, claro), me insisten, al menos que sea un mínimo de
organización y criterio. Eso que en el
ámbito cultural se conoce como “programación”. Pero, ¿puede un artista “indie” (o “paria”,
término que me suena más descriptivo) programar algo, solito con su alma,
dependiendo de que alguien más –aparte de él- tenga palabra y una cuota mínima
de lealtad? NO. Y que me perdone la honestidad el que se ofenda, pero NO.
El
artista independiente trata de que su obra sea incluida en tal o cual evento,
sometiéndose siempre a los filtros de rigor (¿calidad?, no; amistad, proximidad
a los que eligen, pertenencia al círculo).
Y, obviamente, hay que pagar, porque el que organiza, cura o patrocina
(el galerista, el art-dealer, el curador, el crítico de moda, el partner-media
de turno) siempre cobra por su servicio y, lógicamente, se prioriza al que paga
más. O.K. Condicionado por su escasez de recursos, el
artista indie debe moverse entre opciones fatales: si se paga el arancel para
ser incluido en la feria ¿cómo se cubre el costo del enmarcado y del flete de
traslado de las obras? (comer o comprar ropa decente son opciones que hace tiempo
quedaron fuera del debate, nimiedades vanas que han quedado atrás).
Y si a
fuerza de destajo se juntan las monedas y se logra cubrir el arancel, siempre estarán esos “detalles” que no se podrán pagar: suficientes spots de luz sobre
las obras, espacio suficiente en el catálogo oficial que permita una fotografía
decente, folletería propia para entregar en el evento, esa “pequeñísima”
comisión para que la prensa incluya el nombre del artista en las reseñas… ¿Cómo programar si lejos de una buena obra y
la decisión apasionada lo que se necesita son montañas de dinero propicias para
el despilfarro? La tarea del artista independiente es mostrar, dar a
conocer su obra, en un ambiente donde las ventas son escasa y que, si se
producen, lo hacen en los recónditos recovecos del mercado secundario en el que
el artista no participa ni como visita curiosa.
El artista indie debe invertir el dinero que no tiene sin perspectiva de
retribución o beneficio directo e inmediato.
Una autentica (¡y carísima!) cuestión de fe.
Es así
que cuando me vienen con lo de la estrategia y la programación a largo plazo
pienso que lo único que puedo programar es asaltar un banco aspirando a configurar una estrategia infalible que me asegure que
no me agarren y así usar el botín para pagar el arancel que piden para ingresar
al Spectrum
Miami Art Show del próximo diciembre.
Vida real
de artista paria, perdón, indie…
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