Si no saco
mal la cuenta, hace poco más de 17 años el viejo editor de una revista cultural
(que, es innecesario decirlo, jamás
rindió ganancia) me aconsejó seguir, tranquila, por la mía. Que no me esforzara mucho en tratar de mirar
a los costados a ver que pasaba por ahí, o en escuchar el murmullo del derredor con todo lo que todos tenían que decirme. Que, probablemente, lo que se me dijera
fuera con buena intención (como la que él
esgrimía en su consejo). Pero que lo
que nos define individualmente es nuestra convicción, mantenernos firmes en lo
que creemos. Aunque estemos equivocado.
Seguir por
donde vamos, haciendo lo que queremos.
Lo que en mi caso es dejarme ganar por el jolgorio navideño. Me hacen llegar por mail una lluvia de dead-line
para eventos del primer trimestre del año próximo, y no tengo ganas ni de abrir
esos mensajes. Sé que es el momento lógico
de seleccionar y organizar la actividad del ´19, pero, ¡lo lamento!, yo tengo
que festejar primero el solsticio de verano.
Y vuelvo a las tonterías que más me gustan:
jugar con papel y rollos de cartón. Regreso a
mi sector de trabajo a mi lindo Nutcracker, que ya es hora de
terminarlo:
Experimento un poco con esto de hacer bolas navideñas sólo con papel…
Y me
aboco a mi Elfo, el que quedó demorado a poco de iniciarlo ocupada en otras urgencias. Pero ahora soy toda de él: