Mi Maniquí,
como todo juego, trata de contar una historia que se recrea en modo
lúdico. Más allá de la diversión de
construir, no ya con las piecitas de metal de un mecano sino con rollos de
cartón, servilletas de papel y diarios, se trata de que la composición tenga un
sentido, la historia que relata mientras se juega. Mi Maniquí será sostén de un
traje muy barroco, con su miriñaque lateral, el falso polizón y el sostén de un
cuello casi isabelino. Una hibridez sin
correlación histórica, compuesto a mi capricho y para mi exclusivo
disfrute. El Maniquí incluye
una máscara, sostenida a guisa de cabeza, que será el accesorio final que
tomará la dama tras ataviarse con tan extravagante traje y con la que dotará de
anonimato a su presencia. La máscara no
tiene calados los ojos porque cuando uno se deja llevar por el despliegue de
rarezas no hay razón para detenerse.
Montado el conjunto requería rosas para equilibrar la estructura. Hoy fue una mañana de diarios y rosas (o de rosas de papel de diario).
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