domingo, 5 de julio de 2020



               En un intento de prepararme para una serie de muestras en el último trimestre de este año (queriendo creer que existirá un “último trimestre” donde cierta “normalidad” volverá a imponerse) tomo definitiva conciencia de que me quedé sin papel.  El maravilloso papel artesanal batik de colores que uso como soporte base para el papel blanco quemado en el que dibujo SE ACABÓ.  Tras un buen rato en que me dejé vencer por el síndrome de abstinencia y la histeria recurrí a la lógica de artista de país subdesarrollado:  reutilizar lo usado.

 

     El último pedazo que me queda tenía una obra a medio hacer totalmente espantosa.  Rompí y despegué lo que pude del papel blanco mal trabajado consiguiendo un  remanente muy maltratado y con restos del diagrama de una carta, del Rey de Diamantes.  Si aun tuviera sentido común y sentido estético lo tiraría a la basura, pero la cuarentena nos priva de tantas cosas…  Así que sobre ese soporte viejo y maltrecho adherí un dibujo trazado en una hoja escolar de mala calidad, quemado, húmedo y tan precario como la base.  Pero es lo que hay y sobre eso vamos a trabajar.  Me doy aliento arrancando con una Rosa de los Vientos que disimula restos indeseables y un agujero que le hice involuntariamente al papel en mi intento de fallida limpieza.     Veremos.

 













 

     Como terapia lúdica, en los ratos intermedios sigo con mi maniquí de rollos y papel de diario.  Sin apuro ni destino cierto, es mi pasatiempo favorito y sonrosado de estos días oscuros.









































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