Cuarentena día 105. ¡Qué desastre todo! Si al menos nos dieran el más mínimo indicio
de que tienen un plan, o la aspiración a un plan, o la aspiración a la
aspiración de algo que con buena voluntad pudiera denominarse "un plan". En qué manos nos tocó estar en semejante
momento… El encierro feroz al que pretenden someternos
se descascara en su propia inoperancia, la angustia inevitable desborda por
todas partes y uno se pregunta hasta que punto respetar reglas absurdas que lo
único que salvan son las conveniencias políticas de los que nos gobiernan. La madre de todos los desastres. La antológica tormenta perfecta que se
posiciona frente a nuestra nariz y que más tarde o más temprano nos va a obligar a
tomar una decisión.
No hay que desesperar, te dicen. Un último esfuerzo (antes del próximo, que será el último antes del que venga después). Alguna vez esto va a pasar, porque siempre -si se les da el tiempo que requieran- todas las cosas terminan, incluyéndonos a nosotros mismos en esas cosas que finiquitan. Aguantar. Y la carga, bruta y ciega, contra el desierto.
Entretanto, Janet y Le
Cirque siguen en el sitio donde se expusieron en ese marzo que ya forma
parte de un pasado correspondiente a otra dimensión, y se las extraña en la
incertidumbre de si podremos rescatarlas para que vuelvan a casa otra vez…
L´Ermitage sigue “en camino” a Barcelona según
el seguimiento en línea de su envío postal…
E India
apaciblemente continúa esperando el courier que la debería trasladar a Reims…
Entretanto mi carencia de materiales se
intensifica (mi fugaz paso por la librería de artística los pocos días que
le permitieron abrir no fue suficiente para reabastecerme) y me veo
obligada a seguir jugando con rollos de cartón. Rollos, servilletas de papel, restos de decoupage, diarios
viejos. Hagamos algo con eso:
No hay comentarios:
Publicar un comentario