"Yo la siento cruzar ante mis ojos/
Y es un estrella muerta la que pasa,/
Dejando, en pos de su fulgor, la sombra,/
Porque, en pos de su luz, reina la nada!/
Yo la siento cruzar ante mis ojos/
Y la pupila tras de sí me arranca./
Cual si su imagen desgreñada y torva,/
En vez de su visión, fuese una garra!/
Yo la siento cruzar ante mis ojos/
En aterrante procesión fantástica/
De biblias del deber que ya no enseñan,/
De laureles de honor que ya no honran,/
De inspirados de Dios que ya no cantan,/
De púdicas estolas que envilecen,/
De patenas limpísimas que manchan,/
De banderas celestes que se arrastran!/ Y
o la siento cruzar… ¡Seres felices/
Que carecéis de luz en la mirada!/
¡Ay! ¡yo no puedo soportar la mía/
Bajo el fantasma horrible de la patria!"
Almafuerte, “La Sombra de la Patria” (fragmento IV) Poesia Completa – Efece Editor, Buenos Aires 1980, pág. 22
Pasan los años, uno crece, cambia, envejece. Se vota, se supone que se trata de otra gente, pero siempre es más de lo mismo. La política (en especial el peronismo, que del menemato devino en el régimen K) es la misma lamentable y corrupta cosa.
Pobre patria, pobre nación, pobre de nosotros que por trabajar “10, 12, 14 horas diarias” no tenemos tiempo para dedicarnos a rosquear con los “dirigentes” (con perdón) de turno y asegurarnos el camino a la fortuna fácil y sucia.
¿Está mal esta paciencia de soportarles la barbarie en nombre del respeto a las “formas” y permitirles que hasta la próxima elección dejen tierra desbastada? ¿Está mal haber perdido la noción de “traición a la patria” y permitirles cualquier cosa? ¿Está mal limitarnos a ser espectadores de cómo nos mutilan la patria?
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