lunes, 29 de abril de 2013

EL EGO Y LA OSCURIDAD


      Parece el título de un sesudo ensayo filosófico pero es simplemente la verdad literal: estoy sin luz desde hace cinco días y ya no me soporto más. Un desperfecto en la instalación eléctrica (una “fuga” dijo uno de los cuatro distintos técnicos que vinieron a desahuciar el problema, sin dar razón de quién o qué se fuga y hacia dónde) ha devenido en el acaboses de la civilización. Sin luz se acaban pronto las baterías de la notebook y de los celulares. Adios IPad. La vieja computadora de escritorio no tiene de donde recabar alimentación. Adios impresora. Adios scaner. Adios teléfono (porque los inalámbricos dependen de su base de alimentación). Adios sistema de seguridad, de portero y timbre. Adios refrigeración y microondas. Adios, obviamente, bebidas frías que quedaron inutilizadas junto con la heladera y adiós cafetera que sustenta la más pública de mis adicciones. Y, por sobre todo, adiós a la luz de las lamparitas que en este otoño contrarresta la noche que ya se te cae encima a las seis de la tarde. O sea: oscuridad material, física y espiritual. Yo, renga aun y sin luz, mal puedo acceder a mi biblioteca (léase el santuario o el Valhala), y aunque llegue (andando en cuatro patas por un tema de seguridad, lo que es ciertamente poco elegante) ¿a qué me sirve? A la luz de las velas corro más riesgo de incendiar la casa que de entender la lectura. Un desastre. 

      ¿Y para que puede servir en este contexto un ego bien sustentado en la convicción de la propia importancia, en el mérito ganado por un quehacer cotidiano ético y responsable? ¿O la suficiencia de una visión creativa potenciada en el querer hacer para después, en la trascendencia? ¿O la presunta nobleza intrínseca de las buenas intenciones? Yo, que en general me llevo bien conmigo misma, estoy constantemente al borde del auto-insulto. Toda esa profundidad teórica, esas divagaciones intelectualoides a santo de lo que sea, ese mirar desde arriba subida en un montoncito de libros, no sirven de nada cuando, ¡o catástrofe! se corta la luz. Somos demasiado básicos.

      Creo que mi gata está más adaptada a la vida que yo. A ella este tema de la luz realmente la ha tenido sin cuidado. Es moralmente superior a mí.

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