viernes, 5 de abril de 2013




     Ragnarök es en estos días una concreta vivencia física. Como no percibir un material fin del mundo el que caiga una lluvia (dos horas de lluvia, sí, pero no un huracán o un tsunami; no los cuarenta días y cuarenta noches de lluvia de Noé) y se mueran más de cincuenta personas. ¿Es tan fácil morir? Parece que acá sí. E invade todo esa sensación de absurdo que no requiere ser creíble para ser cierto. Sí, está comprobado. Te podés morir si llueve. Te podés morir si un tren no puede frenar a entrar a la estación (una mega-estación, Once, en el centro de Buenos Aires, capital de un país que se decía –recuerdo- era del primer mundo). Obviamente, te podés morir a manos de cualquier ladrón adolescente que te pega un tiro después de que le diste todo sin chistar, sólo porque a él le da lo mismo matarte o no. Te podés morir si un taxi se sube a la vereda cuando estás esperando el colectivo si es que antes no se te cayó un balcón sobre la cabeza. Si, es un hecho. Te podés morir. Son más las probabilidades de morirte que de volver a tu casa (para morirte ahogado mientras dormís porque… llueve). El hombre primitivo, en los tiempos míticos, podía fácilmente explicarse todo esto: los dioses están enojados. Pero dado que el Espíritu Santo (el espectro insondable borgeano) eligió un papa argentino, los furiosos deben ser los otros dioses. ¿Cuáles? ¿Cómo averiguarlo con relativa certeza así celebrar el ritual prescripto para su sociego? ¿Y si tiramos a algún volcán a nuestras máximas investiduras políticas? Así para algo, al menos, sirven. La vida por la patria se supone que juran, ¿no? Entonces de cabeza al volcán. Uno siente que sobrevive, no que vive en Baires por estos días. A la espera de que nos toque el turno. Que el próximo absurdo nos cueste la vida, la que evidentemente vale tan poco. ¿Cómo es posible que el hombre que viaja a la luna y crea internet se ahogue porque llueve? ¿Tan básico se ha vuelto todo? 

  Manuel Flores va a morir/ 
Eso es moneda corriente./ 
Morir es una costumbre/ 
Que sabe tener la gente.” 

 Jorge Luis Borges, Milonga de Manuel Flores




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