martes, 24 de septiembre de 2013




     Para (presunto) alivio de quienes constantemente me aconsejan hacer algún tipo de terapia, si bien sigo perseverando en mi contumaz desidia hacia la integridad de mi salud mental, he dado en una de mis últimas cacerías con un librito de lo más simpático escrito por un psiquiatra. Trata de identificar las patologías que aquejaron a figuras históricas y en particular a los genios del arte. Obviamente son especulaciones no del todo convincentes, máxime cuando este autor toma como base los “diagnósticos” de otros médicos que lo precedieron en el análisis. Pero es fascinante el modo en que puede “interpretarse” y sustentarse seudo-científicamente algunas conductas para justificar patologías que probablemente nunca existieron fuera de la mente del analista en cuestión. Por puro instinto corporativo, me detuve y marqué algunos párrafos dedicados a célebres pintores:






“En cuanto a la otra grata y perdurable fabulación sobre el carácter revolucionario, indómito, rebelde, etc. de Goya, tan del gusto del artista “comprometido” de nuestros días, tiene el mismo fondo de verosimilitud que las demás fantasías. Sin resultar necesariamente servil, Goya se adaptó a todas las cambiantes circunstancias. Sin pasarse al lado donde el sol más calienta, se dejó acariciar por él sin la menor protesta. Mal genio, aspereza, terquedad, nada tienen que ver con la gallarda y generosa rebeldía. A Carlos IV, Godoy, José Bonaparte, Fernando VII y el diablo en persona, aceptará con una sola condición: que le dejen pintar. Es lo único que de verdad le interesa, y es la clave interpretativa de toda su biografía y evolución plástica. También aquí Ortega da en el centro de la diana, la vocación de pintor de Goya: ´…Es improbable que en ningún otro (pintor contemporáneo) se diese una vocación tan decidida y total, tan coextensiva con su persona. Cabría decir que Goya no tenía esa vocación, sino que la vocación le tenía a él, le poseía por completo. Ya veremos en qué sentido preciso habrá que considerarle como un efectivo poseso, como un endemoniado por el demonio de su propio astro… Esta advertencia es capital para entender a Goya, su vida y su obra.´ "  (La supuesta Psicosis de Goya, pág. 151)






“Lógicamente en Arlés no se habla de otra cosa, y cunde el temor a Vincent. Hade interrumpir el retrato de la mujer de su fiel amigo el cartero Roulin: ´Porque temo que ella no querrá posar mientras siga ausente su marido.´ Vincent está penosamente consciente del recelo que inspira: ´Aunque todo el mundo tenga miedo de mí, con el tiempo eso puede desaparecer.´ Por desgracia, no desaparece, ni siquiera de su misma conciencia: ´…Dejadme continuar tranquilamente mi trabajo; si es el de un loco, tanto peor.´ ´Las intolerables alucinaciones han cesado, a fuerza de tomar bromuro de potasio.´ ´O encerradme en una cabañuela de locos, no me opongo si es conveniente, o dejadme trabajar con todas mis fuerzas.´ ´Todo el mundo tendrá un día neurosis, histeria, baile de San Vito u otra cosa.´ ´En verdad, todavía tengo signos de la sobreexcitación precedente, pero eso no tiene nada de raro; en esta buena región tarasconesa todo el mundo está un poco tocado.´ En los días en que escribe estas frases está haciendo obras maestras. Trabaja, como en todos los intervalos en que su enfermedad lo permite: ´Como un verdadero poseso, experimento más que nunca un sordo furor de trabajo, y creo que ello contribuirá a curarme. Quizá me ocurra algo parecido a lo que refiere Delacroix; he encontrado la pintura cuando ya no tengo dientes ni aliento; en el sentido de que mi triste enfermedad me hace trabajar con un furor sordo, muy lentamente, pero de la mañana a la noche, sin parar…´ Está legítimamente orgulloso de sus girasoles: ´Sabes que Jeannin posee la peonía, que Quost tiene la malvarrosa; pero yo poseo un poco el girasol.´ (…) Las orientaciones estéticas de Van Gogh nunca se ven afectadas por la enfermedad, siguen una línea que se estructuró antes de ella y que prosigue su desarrollo lógico. La psicosis se interrumpe de vez en cuando, nunca le desvía. Un sector de la mente de Vincent está enfermo, no su pintura, contra lo que pensaron los primeros estudios psiquiátricos importantes sobre Vincent, desorientados por la originalidad, por la genialidad innovadora, que se interpretó equivocadamente como extravagancia patológica. Carta a carta explica coherentemente cada uno de sus cuadros, el porqué y para qué de los matices cromáticos y de dibujos, en exhibición de suprema lucidez estética en los intervalos de las agudizaciones de la enfermedad. Esta característica se mantendrá hasta el fin.” (El Crepúsculo de Van Gogh pág. 183/185)




“Por ello son mucho más útiles las observaciones que las deducciones, aunque cuando éstas las hace alguien de tanto talento como Freud siempre interesan, aunque se equivoque; pues en el peor de los casos, si no aporta datos para conocer mejor al artista, sí nos los da para verle a él, en este caso a Freud, del que vamos a glosar su estudio sobre Leonardo Da Vinci; pero antes creo conveniente recordar el clima psicológico en que se orienta la libido de Leonardo. El ´pecado innombrable´. De este modo lo llamaban sus contemporáneos, pero lo cierto es que no paraban de nombrarlo. Precisamente en vida de Leonardo ocurrió el intento de reforma de Savonarola, el cual fanatizó Florencia en una ola de puritanismo que terminó al ser quemado él en la hoguera. En el mismo acto de su brutal suplicio, refieren que Benvenuto Bianco, uno de los dignatarios florentinos, exclamó: ´Bueno, ya podemos volver a disfrutar con la sodomía.´ La extensión del problema la encontramos reflejada en un sermón de Savonarola. Cuatro años antes (1494), tronaba dirigiendo este párrafo a los sacerdotes florentinos: ´Os conmino que abandonéis a vuestras concubinas, a que dejéis a vuestros jovencitos lampiños. Dejad, os digo, ese vicio, el pecado innombrable…´ (…) Las inclinaciones homosexuales se deducen de dos series de hechos: la morfología feminoide, o andrógina, de muchos de sus retratos, como el San Juan, etc., y el que siempre contrató a jovencillos de gran hermosura para su servicio. Muchos le acompañaron durante años, y a varios recordó en su testamento. Razona Freud que, no habiendo destacado ninguno de ellos después pese a tan excepcional maestro, no era por muestra de talento por lo que los seleccionaba.” (Psicopatología del Arte, pág, 278/280) 


Juan Antonio Vallejo-Nágera Locos Egregios Editorial Planeta S.A. Buenos Aires 1992





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