Confirmando
mi espíritu veleta, pese a detestarlo por un montón de (fundados) motivos no
puedo no coincidir con parte de lo que dice Koons en el reportaje que le publica hoy La Nación, en estos días
que lo tenemos de glamorosa visita por BAires:
“Pienso
que ser honesto, ser verdadero, es lo que va a shockear al público. Si alguien
intenta shockear, no tiene relevancia. Si los artistas jóvenes quieren hacer
obras con la intención de provocar, eso va durar muy poco tiempo. No va a
penetrar en la sociedad. Pero si los individuos son honestos y persiguen sus
intereses, eso siempre es shockeante, porque es directo. Es refrescante. El
arte tiene el poder de llevarte a un mayor nivel de conciencia. Tiene la
capacidad de revelar cuál es nuestro potencial como seres humanos.”
http://www.lanacion.com.ar/1889100-jeff-koons-los-juicios-alienan-y-segregan-todo-es-perfecto-tal-cual-es
Por supuesto que uno podría detenerse a
debatir que cosa llama él “honestidad”,
cuando de la simple observación del desarrollo de su obra uno observa una
escrupulosa estrategia de marketing como sostén y direccionamiento, lo que por
acá decimos no dar jamás puntada sin hilo.
Pero aun cuando los hechos no compatibilicen con ellas, sus palabras me
parecen por demás certeras.
La coherencia es shockeante, sin duda, y
en todas las esferas de la vida. Tratar
de vivir acorde lo que se piensa es todo un desafío, sobre todo si partimos de
que por lo general no solemos detenernos a catalogar qué pensamos, cuáles son
nuestras verdades innegociables y hasta dónde se extienden los límites que nos
negaremos a traspasar a cualquier precio.
Conocerse, cierto, es el ejercicio al que lleva el arte. Descubrir quiénes somos para poder trasmitirlo
hacia afuera estéticamente. Es
interesante que alguien con quién –a nivel de teoría artística y concepción de
cómo debe “comercializarse” (¡con
perdón!) la obra de arte- no concuerdo en nada, coincido totalmente en
la honestidad como fundamento visceral del artista. Se ve que no estamos tan
lejos ni de aquellos que nos ponemos en el extremo más opuesto. El mundo es
chico y la vida corta.
Y es la honestidad (intelectual) la que me obliga a reconocer que no me resultó tan
detestable Koons en el reportaje que
he leído esta mañana.
Postdateo esta captura porque la vi recién y me pareció una respuesta a lo que escribí mas temprano:
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