Bajo la lluvia van la gente y las historias,
los momentos van, buscando los motivos,
la casualidad en medio de la lluvia va,
ella camina en los espejos harta de volar,
yo sigo aquí entre sábanas y música ¿dónde estarás?
Que llueve, reflejos que se ahogan duele,
qué quieres se me antoja verte, y duele.
Bajo la lluvia va la gente buena y mala,
todos por igual, el pobre, el rico,
la estresada y lo vulgar, y en medio de la lluvia van,
comienzos y finales, gota a gota harán de luchas y de treguas,
vidas únicas ¿dónde estarás?
Que llueve, tu pelo se te moja y duele,
no importa tanto pero hoy llueve... llueve.
los momentos van, buscando los motivos,
la casualidad en medio de la lluvia va,
ella camina en los espejos harta de volar,
yo sigo aquí entre sábanas y música ¿dónde estarás?
Que llueve, reflejos que se ahogan duele,
qué quieres se me antoja verte, y duele.
Bajo la lluvia va la gente buena y mala,
todos por igual, el pobre, el rico,
la estresada y lo vulgar, y en medio de la lluvia van,
comienzos y finales, gota a gota harán de luchas y de treguas,
vidas únicas ¿dónde estarás?
Que llueve, tu pelo se te moja y duele,
no importa tanto pero hoy llueve... llueve.
Alejandro
Sanz, Hoy llueve, hoy duele
Y sigue
lloviendo. No se puede nada, pero yo soy
terca, y no tengo otro tiempo que el tiempo relativamente “libre” de los fines de semana.
Así que el clima se empecina en la humedad y yo me empecino en seguir
siendo yo y mi circunstancia (entendiendo
“circunstancia” por mi pasión actual por la cartapesta de servilletas de cocina).
A mí me
resulta todo muy lógico. Pinterest me
enloqueció con un jolgorio de imágenes de caballitos de carrusel (¿cómo resistirme?), pero también de
maniquíes intervenidos. Así que mientras
entraba en un frenesí encaprichado por conseguir un caballito creíble con
rollos de cocina y servilletas de papel, de reojo miraba una botella de
limpiador de pisos que podría resultar el sostén central de un maniquí estilo
art-decó. Dibujé con lapiceras de gel esa
bonita imagen de inspiración (absurda).
En las
pausas obligadas en la espera de que Caballito seque una capa para
avanzar con la otra, despunté el vicio con una botella de plástico de Harpic,
dos botellitas de un tratamiento para cabello teñido y una pequeñita de shampú
de hotel con su linda tapita redonda.
Las apilé pegotéandole papel en un obstinado (e infantil) empeño por vencer la
ley de la gravedad. Obviamente, ni las diversas
botellitas se sostenían, ni la cola diluida secaba, ni el papel servía de
soporte. Tras muchos derrumbes y una
irritante frustración logré esta mañana que el esperpento quedara en pie:
Se
necesita, claro, mucha imaginación y muchísimo trabajo irracional y fundamentalista para
aproximarse a la meta. Y que el clima
seque. ¡Basta de llover!
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