domingo, 12 de mayo de 2013




  Para el capítulo de examen de conciencia puedo agregar algo: si me hubiera portado con agresivo valor, de acuerdo con la repugnancia extrema y el repudio totales que me inspiraba la dictadura peronista, me hubieran debido tener presa años, no un mes. Que quede constancia de que así pienso. No tengo nada de qué vanagloriarme. …Conviene recordar un período incalificable de nuestra historia. Seguramente lo merecíamos. Las cosas no pasan porque sí. Recordémoslo para no reincidir. (…) …Ni creo en la pena capital, ni creo en un mundo dividido entre puros de un lado e impuros del otro. Creo, eso sí, que a los Caryl, los Eichmann, Borman y Cía. Hay que impedirles que dañen. No impedirlo es ser cómplice. Estos pensares y sentires los he de compartir con mucha gente. Por suerte no son originales...” 

Victoria Ocampo, Testimonio, Revista sur Nro. 267 –Noviembre Diciembre 1960, Pág. 32/33





 “El pasado de simpatías nazis de Juan Domingo Perón fue, hasta hace poco, un tema tabú en la Argentina. En algún momento de la Segunda Guerra Mundial había apostado al triunfo de las potencias del Eje, colaborando en forma estrecha con la Alemania nazi. Ya como comandante del Ejército y como ministro, Perón estuvo rodeado de asesores nazis. En 1945 se postuló para el cargo de presidente, y los nazis ayudaron a financiar la campaña electoral. Por entonces se sospechaba que Perón y Evita disponían de dinero de los nazis, oculto en Suiza. Bajo la presidencia de Perón, la argentina se convirtió en el principal lugar de refugio para nazis y criminales de guerra, entre ellos Adolf Eichmann y Josef Mengele, quienes fueron, durante mucho tiempo, los criminales de guerra nazis más buscados en el mundo. Otros jerarcas nazis refugiados e la Argentina fueron Klaus Barbie, Eduard Roschmann y Erich Priebke. El presidente Juan Perón los recibió con los brazos abiertos y cobró una fortuna por su hospitalidad. Ya desde los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial se llevaron a la Argentina grandes cantidades de dinero, valores bancarios, acciones y divisas robados por los nazis, así como secretos industriales, bélicos y partidarios, para evitar que cayeran en manos de los Aliados. Durante la guerra, la Alemania nazi, con la ayuda, entre otros, de testaferros y empresas financieras suizos, habían invertido en forma masiva en la argentina. Jerarcas nazis como Joseph Goebbels habían transferido, en 1942, importantes sumas de dinero y valores a Buenos Aires. Nadie sabía qué había ocurrido con los secretos industriales y de guerra, ni a qué canales fueron derivados los dineros nazis. La búsqueda del desaparecido tesoro nazi y la reelaboración del oscuro pasado nazi siempre fueron impedidas en forma violenta. Periodistas e historiadores desaparecieron misteriosamente, banqueros y testaferros nazis fueron asesinados.”

 Frank Garbely, El viaje del Arco Iris Editorial El Ateneo Buenos Aires 2003 Pág. 12/13





  Pasaría los veinticinco años siguientes a caballo entre su papel de informante de la Inteligencia occidental y padrino de los supervivientes de las Waffen-SS, conocidos inicialmente como “La Hermandad” y después con el nombre más famoso de Odessa. Durante aquella época, gracias a su formación inicial como ingeniero, Otto Skorzeny fundó una asesoría técnica y amasó una considerable fortuna personal. Amplió dicha fortuna con una serie de iniciativas empresariales menos edificantes, como el espionaje industrial, el asesinato por encargo y el tráfico de armas. A lo largo de aquellos años, Skorzeny llevó la vida de un playboy disoluto y galanteó con numerosas celebridades de la elite social y de la baja realeza, entre ellas, durante la época en que trabajó en Argentina como asesor del régimen fascista, Eva Perón. Concebida operativamente según el modelo de los comandos que Skorzeny dirigió en la Segunda Guerra Mundial, Odessa sigue siendo, en nuestros días, el prototipo original de la organización terrorista moderna.” 

 Mark Frost Segundo Objetivo Ediciones B S.A. Buenos Aires 2008 Pág. 387





  “En los primeros años cincuenta del siglo pasado, un caballero de impecable traje y sombrero, alto flaco, envarado y de correctísimas maneras solía atravesar con alguna frecuencia el portón de acceso a la finca de fin de semana del presidente Juan domingo Perón en Olivos, a las afueras de Buenos Aires. Se trataba de un asiduo visitante y contertulio del primer magistrado argentino, pese a que su español, hablado con un fuerte acento bávaro, no era demasiado fluido. Casi veinte años más tarde, en su exilio madrileño, Perón recordó ante el periodista Tomas Eloy Martinez sus veladas con el alemán “especialista en genética”, que lo entretenía con sus relatos de fascinantes descubrimientos científicos. Los encuentros se sucedieron hasta que un día el alemán fue a despedirse de Perón porque se marchaba a Paraguay, dónde un hacendado iba a pagarle “una fortuna” por sus servicios, ya que era capaz de conseguir que las vacas parieran, a voluntad, terneros mellizos. “¿Cómo se llamaba?”, preguntó Martinez a Perón. El viejo líder hizo memoria y finalmente recordó el nombre: “Si no me equivoco- dijo- se llamaba Gregor. Eso es, doctor Gregor”. Poco tiempo después, en 1956, el “doctor Gregor” se presentaría ante el Consulado de la República Federal de Alemania en Buenos Aires donde consiguió que le dieran un pasaporte con su verdadero nombre: Josef Mengele. Difícilmente Perón podía ignorar la identidad real de su contertulio en Olivos, uno de los criminales de guerra nazis más célebres, apodado “El Ángel de la Muerte” de Auschwitz, el mayor campo de exterminio del Tercer Reich. Mengele había entrado al país legalmente y con la bendición especial del presidente, aunque con el nombre de Helmut Gregor, en 1949.-“ 

Ricardo Herren “El Presidente Perón era Odessa”, La Aventura de la Historia nro. 42 Abril 2002 pág. 34






 P.D. Honestamente, ¿alguien puede sorprenderse de que quienes hoy se autoproclaman legítimos herederos de Aquellos hagan las barrabasadas que están haciendo? ¿Cuánto dista el “tesoro nazi” de los bolsos con euros que se pesan y que circulan desde el sur patagónico a los bancos suizos? La seudo faraona se entrena con actores para copiar el modo de vibra llorisqueante de la otrora abanderada de los pobres mientras se asegura que las toneladas de billetes mal habidos (“abogada éxitosa”, ¡ja!) quepan en su bóveda privada. Repito la cita de la Ocampo porque es lo único que me alienta a un ejercicio de fe:

  “…Conviene recordar un período incalificable de nuestra historia. Seguramente lo merecíamos. Las cosas no pasan porque sí. Recordémoslo para no reincidir.”

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