MUSEO
“Pero no es cierto que el escéptico no cree en nada. Cree en su escepticismo, esto es en la capacidad crítica de la razón. Y ese escepticismo le proporciona una virtuosa imperturbabilidad.”
Umberto Eco, El Superhombre de masas, Random House Mondadori, Uruguay 2013, Pág. 148.
Miguel Brascó, El Prisionero Vocación, Buenos Aires 2012 Pág.130/131
“Pero no es cierto que el escéptico no cree en nada. Cree en su escepticismo, esto es en la capacidad crítica de la razón. Y ese escepticismo le proporciona una virtuosa imperturbabilidad.”
Umberto Eco, El Superhombre de masas, Random House Mondadori, Uruguay 2013, Pág. 148.
“A quienes no creemos nos es muy fácil explicar en qué creemos. Lo que me resulta misterioso es saber en qué creen los que creen y, sinceramente, por más que los he escuchado nunca le entendido a qué se refieren. Sin embargo, los no creyentes creemos en algo: en el valor de la vida, la libertad y la dignidad, y en que el goce de los hombres está en manos de éstos y de nadie más. Son los hombres quienes deben afrontar con lucidez y determinación su condición de soledad trágica, pues es esa inestabilidad la que da paso a la creación y a la libertad.”
Fernando Savater, Los Diez Mandamientos en el Siglo XXI, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2004, pág. 18/19.
“-Ah, Jolivet- dijo el teósofo- desafió los diversos cielos asegurando que nuestro equipo sería ganador absoluto. Un arrebato de entusiasmo que, viniendo de quien viene, uno escucha a medias. Pero los dioses tienen oreja afinadísima para ese tipo de vanagloria. Su castigo fue ejemplificador: de los tres equipos de prisioneros compitiendo en el torneo, el nuestro quedó peor. En el último puesto, con los otros dos a leguas de ventaja. -¿Cuántos cielos fueron esos diversos cielos?- pregunto Derrourelle.
-Varios, muchos, vio cómo es Jolivet. El cielo musulmán, el reformista de Lutero, el romano del Papa vaticano, el doméstico inglés de Enrique VIII, el cielo de los druidas, el de las walkirias gordas. Y, ya que estaba, el cielo pitagórico y el azteca.
-¿Y el cielo sánscrito del Prajapati?
-No- gruñó el teósofo-, de ese se olvidó. Es un cielo que controla muy poca gente.
-Prajapati sea loado. Quiere decir que podemos contar con que él nos ayudará.
-En efecto, puede ser.
-Entonces, convóquelo esta misma tarde, sin demora. (…) Con Prajapati de nuestro lado, ¿quién nos para?”
Miguel Brascó, El Prisionero Vocación, Buenos Aires 2012 Pág.130/131
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