viernes, 11 de octubre de 2013




La historia… de los cuadros secretos del Prado es de lo más curioso y, desde luego, sería para reír si no fuese porque realmente es para llorar. … Resulta que, durante siglos, nuestros reyes, empezando por Felipe II, fueron grandes coleccionistas de pinturas de desnudos para uso y disfrute personal. Felipe II primeo compró la Dánae de Tiziano, después Venus y Adonis, también de Tiziano, creando para ambas un “camerino” privado. Después vino Felipe III, a quien parece que no le interesaban ni el arte ni los desnudos. Felipe IV, en cambio, fue un gran coleccionista de pinturas de desnudos (llegó a reunir más de cuarenta de altísima calidad), para las que habilitó un espacio íntimo “donde su Majestad se retira después de comer”. Pasaron los años y los reyes y las colecciones de desnudos fueron creciendo y guardándose celosamente. Con Carlos III, tenido por rey “ilustrado”, las cosas cambiaron y a punto estuvieron de acabar en una hoguera por “lascivas”. Menos mal que alguien con sentido común logró disuadirle. Pero no sólo los reyes poseían desnudos y los confinaban en habitaciones reservadas. También los nobles como Antonio López o el todopoderoso Godoy, poseedor nada más y nada menos que la Venus del espejo, de Velázquez o las Majas de Goya. Cuando se creó el Museo del Prado, todos estos desnudos fueron a parar a otra “sala reservada”, colocados sin más criterio que el de su desnudez. A esta sala sólo podían acceder “las personas portadoras de un billete especial”. Todo esto sucedió entre 1827 y 1838.


 De la Carta Editorial, Descubrir el Arte, Nro. 3 Mayo 1999, pág. 7.






En 1831, Prosper Mérimée publicó en la revista L´Artiste un artículo sobre el Museo de Madrid… Después de dar un repaso a las principales escuelas representadas en la institución, se detiene en un espacio “que sólo se enseña a las personas portadoras de un billete especial”, y que debía ese particular estatus a que “contiene todas las desnudeces que hubieran podido asustar a las damas”. El escritor francés se estaba refiriendo a lo que se conocía como “sala reservada”… y que contenía algo más de setenta cuadros pertenecientes a varias escuelas y artistas. En ese lugar estuvieron encerradas, juntas, obras que hoy se encuentran entre las más admiradas y reproducidas, como varias de las escenas bíblicas y mitológicas de Rubens, Tiziano, Durero, Guido Reni, Anibale Carraci o Poussin. (…) La decisión de Carlos III en 1762 de seleccionar las pinturas más lascivas de su colección para hacerlas quemar. Semejante iniciativa del que se considera rey “ilustrado” por excelencia puede sorprender actualmente. Pero en el fondo cuadra muy bien con otros datos sobre su perfil psicológico y su moral sexual, y también con su sentido de la responsabilidad personal, que le movía a “dar ejemplo” y a desterrar cualquier objeto o acción que consideraba perniciosa para la moral pública. (…) También hay que tener en cuenta el papel del funesto… padre Eleta, también llamado “fray Alpargatilla”, quién le predisponía contra esas mujeres desnudas que sólo sirven para excitar a la concupiscencia. Se trataba de su confesor y guía espiritual más influyente, y su estrechez de miras era universalmente conocida. El encargado de seleccionar los cuadros fue Mengs, una de las figuras claves del arte de su época. Afortunadamente logró convencer al marqués de Esquilache para que disuadiese al rey de sus propósitos purificadores. Para ello argumentó que se trataba de cuadros con grandes posibilidades para el aprendizaje del colorido, con lo que apeló a una de las razones que podía mover más eficazmente a un monarca ilustrado: la utilidad pedagógica. Pero aunque no perecieron en la hoguera, estas pinturas fueron confinadas en la llamada “Casa de Rebeque”. (…) Todo ello… demuestra hasta qué punto el desnudo es un tema conflictivo que propicia la creación de leyendas con objeto de adecuar la realidad a esquemas arquetípicos de comportamientos, como es, en este caso, la reacción destructora ante la figuración erótica.” 

Javier Portús, Historiador del Arte. Conservador del Museo del PradoConocer el Arte Nro. 3 Mayo 1999 pág. 72/80.






…En la historia del arte hay mucho sexo. Desde el placer… que, a lo largo de todos los tiempos, ha suscitado la contemplación del cuerpo humano –“quienes nada o casi nada se conmueven por la belleza de los hombres difícilmente poseen el sentimiento de lo bello”, se atrevió a escribir Winckelmann- a las contaminaciones significantes que rodean la representación del arrebato religioso: -“Si esto es un éxtasis místicos, yo he presenciado muchos”, exclamó Charles de Brosses al contemplar el Éxtasis de santa Teresa, de Bernini. (…) Durante el siglo XIX, el Romanticismo hizo de la pasión amorosa una justificación sine qua non de la existencia humana, lo que prodigó la representación de amantes arrebatados sexualmente en su complacida locura… el Realismo desprendió de misticismos ese deseo carnal y retrató, tanto en literatura como en artes plásticas, los aspectos más procaces que movían la pasión humana. (…) La liberación, no sólo estética sino ante todo moral, que supusieron las vanguardias hizo que el impulso sexual tendiera a formar abiertamente parte de toda creatividad… Tampoco es posible entender la obra de los grandes artistas formados en la órbita del Dadaísmo y el Surrealismo sin las asociaciones subsconscientes …: los ready made de Marcel Duchamp, las máquinas amorosas de Picabia, las estrellas de Miró, las formas blandas de Dalí… Se diría que el arte, en lugar de recurrir al sexo como motivo, hubiese hecho de él una metáfora esclarecedora del sentir del individuo en el mundo… de su utilización como medio de provocación política o religiosa; de su papel en la liberación psicoanalítica de obsesiones profundas; de su carácter de juego frívolo y desmitificador; o de su capacidad para evocar las contradicciones más profundas del alma humana…” 

 Carlos Reyero, Catedrático de Historia del Arte, Universidad Autónoma de Madrid, Descubrir el Arte, Nro. 33 Noviembre 2001, pág. 66.






Es curioso que Anthony Storr, en su reciente estudio sobre la psicodinámica del arte, haya utilizado las Majas como argumento (conjuntamente con la Venus de Velázquez) para demostrar la falta de carácter erótico-excitante de las grandes obras de arte. Será para él, pero no para una gran parte de los observadores. Más aún, sólo la captación de los valores estéticos (asequibles a un porcentaje muy pequeño de la población) puede apartar de la mente su notable y, sin duda, intencionado potencial erótico, quizá sin precedente equiparable desde Lucas Cranach y Clouet, que no ha dado sólo lugar al cómico y explicable incidente contemporáneo del guardia urbano de Cáceres; basta recordar en este sentido que durante los años treinta, cuando la preciosa emisión de sellos con las Majas, varios países se negaron a aceptar las cartas franqueadas con la Desnuda. (…) En 1814 tuvo Goya el famoso incidente con la Inquisición, por denuncia de “ejecutar pinturas obscenas, una mujer desnuda sobre una cama y una mujer vestida de maja sobre una cama.” Vemos que ni la vestida se libra de la aureola picante, y la conceptuación como impúdica mantendrá a la desnuda oculta en la Academia de San Fernando hasta el año 1900. El año siguiente pasó al Prado.” 

 Juan Antonio Vallejo-Nágera, Locos Egregios, Editorial Planeta S.A., Buenos Aires 1990, pág. 149/150.






-Si la dejan puede seguir subiendo y subiendo citas...- argumenta una de mis voces con manifiesto aburrimiento. La de anteojos, intuyo que ocupada en otra cosa, responde con tono de para qué la molestan con mis cosas:
  -Acaba de sentar las bases al pueril justificativo con el que va a rebatir las críticas a su inexistente sentido de la oportunidad: la pornografía intelectual.- Mi habitual defensora, la voz rubia, no interviene, pero se escuchan sus contagiosas carcajadas de fondo. 

     Puedo reconocer que cuando estoy tratando de conseguir espacio para exponer en Baires -donde han dejado en claro que NO QUIEREN mis desnudos- hacer alarde de que mi obra se exhibe en un sitio dedicado al Arte Erótico puede no ser una buena forma de ganar simpatías y tratar de restar, precisamente, el carácter "erótico" de mi trabajo, pero... el material de promoción que realizó OnlyEroticArt con mis obras es tan bonito que no puedo sino sucumbir a la tentación y subirlo a este blog. Que se le va a hacer. No es lo mío la estrategia ni la complacencia al mercado y a sus déspotas curadores de moda. 

     Vaya desde aquí de vuelta las gracias a Pictor Mulier que tanto talento y tanta pasión despliega en el emprendimiento y desarrollo de OnlyEroticArt. 





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