jueves, 3 de octubre de 2013


   


Baudolino se había presentado por fin al emperador. -He venido, padre mío- le había dicho-, porque conozco los lugares y podría resultarte útil. -Sí- había contestado el Barbarroja-, pero también conoces a la gente y no querrás hacerle daño. -Y tú me conoces a mí, si no te fías de mi corazón sabes que puedes fiarte de mis palabras. No le haré daño a mi gente, pero tampoco te mentiré. -Al contrario, me mentirás, pero tampoco a mí me harás daño. Mentirás, y yo fingiré creerte porque tú mientes siempre con buenas intenciones. (…) En fin, Baudolino a las murallas iba, y también las cruzaba. La primera vez no fue fácil, porque trotó hasta las puertas, empezó a oír silbar una piedra- señal de que en la ciudad empezaban a ahorrar flechas, y usaban hondas, que desde los tiempos de David se habían demostrado eficaces y poco dispendiosas-, tuvo que gritar en perfecto rústico de la Frascheta, haciendo amplios gestos con las manos desarmadas, y suerte que le reconoció el Trotti. -Oh, Baudolino- le gritó el Trotti desde arriba-, ¿vienes a unirte a nosotros? -No me hagas el arbabio, Trotti, sabes que estoy con la otra parte. Pero desde luego, no estoy aquí con malas intenciones. Déjame entrar, que quiero saludar a mi padre. Te juro sobre la Virgen que no digo ni una palabra de lo que veo. -Me fío. Abrid la puerta, eh, ¿habéis entendido o estáis ñecos en la cabeza? Este es un amigo. O casi. Quiero decir, que es uno de los suyos que es de los nuestros, es decir, uno de los nuestros que está con ellos, venga, ¡abrid esa puerta u os parto los dientes a patadas! -Vale, vale- decían aquellos combatientes aturullados-, aquí no se entiende ya quién está aquí y quién está allá, ayer salió aquel vestido que parecía un paviano… -Calla la boca, animal- gritaba el Trotti. -Ja, ja- se regodeaba Baudolino entrando-, habéis mandado espías a nuestro campo… Tranquilo, tú, que he dicho que no veo y no oigo… (…) …he ahí a Baudolino en la plaza principal, bella, amplia y clara del solecillo de marzo… he ahí Baudolino admirando la nueva catedral, que no será grande pero está bien hecha y dice: cribio, si hay hasta un tímpano con un enano sobe el trono, y todos a su alrededor hacen: je, je, como para decir, mira de lo que somos capaces, pero, balengo, eso no es un enano, es Nuestro Señor Jesucristo, a lo mejor no está bien hecho, pero si Federico llegaba un mes más tarde, encontrabas todo el Juicio Universal con los vejestorios del Apocalipsis;… (…) Y así durante algunas semanas, después de cada escaramuza, Baudolino volvía a casa, más que nada para llevar la cuenta de los muertos (…) y luego volvía a decirle a Francisco que aquellos, de rendirse, nada. Federico ya no imprecaba, y se limitaba a decir: -¿Y qué puedo hacerle yo? (…) Baudolinoi había entendido, por una alusión que el emperador había hecho un día a su profecía de adolescente,… que si solo hubiera podido aprovechar un signo del cielo, uno cualquiera, para decir urbi et orbi que era el cielo el que sugería que había que volver a casa, no habría desperdiciado la ocasión…” 


Umberto Eco, Baudolino, pág. 220/225






     Resulta digno de estudió el franco interés que despierto en personas con profunda convicción religiosa. Ciertamente yo no los busco. Es obvio que no concurro a templos de ninguna especie. Pero, tal precaución no sirve de mucho. De un modo u otro, acabo rodeada de personas que hacen aspavientos de su “fe” y que, generosamente supongo, me incluyen en ella como si en mi frente se erigiera un llamativo cartel que diga: “ella cree en cualquier cosa”. 


      Tal vez por discreción y vergüenza ajena no debería aquí hacer estos comentarios, aunque calculo que cierto entorno de mi “vida civil” jamás podría llegar a este blog de mi “vida real” y aunque lo hiciera difícilmente me reconocería y, menos aún –espero-, se identificaría en mi críptica alusión. Pero es así, yo desahogo mi confusión escribiendo. 

      Y cuando anoche –por cortesía, por cumplir, porque así fui de bien educada- puse en el reproductor de DVD la filmación de la ceremonia en la que, por razones inexplicables, fui convocada como seudo protagonista, no pude no volver a preguntarme ¿por qué? ¿Por qué las personas tienden a incluirme en sus delirios? ¿Por qué yo no digo que NO, gracias, y me presto a participar en situaciones absurdas? ¿Por qué tanta gente tiene necesidad de “creer” en disparates a todas luces increíbles, chapuceros y precarios?

      Pese a mi convencido agnosticismo, conservo el respeto por las religiones históricas, y reconoceré que algunas discusiones con sacerdotes católicos o rabinos pueden ser muy interesantes dada la basta formación intelectual de este tipo de líderes religiosos. Pero los referentes “evangelistas”, al menos lo que se multiplican en el conourbano y por las zonas más empobrecidas, si de algo hacen alarde es de precariedad formativa. Apenas pueden hablar (y uno sospecha que apenas saben leer aunque no le dediquen a esa actividad precisamente mucha energía y menos aun tiempo) y las frases que repiten –sin convicción y probablemente sin entender ningún tipo de trascendencia espiritual más allá de la captación del diezmo- hacen que me venga a la cabeza el viejo Nietzsche y ese asunto consabido del opio de los pueblos.






     Mi natural respeto por el otro hace que estos comentarios no salgan de mi boca y haga profesión de vida el convencimiento de que cada cual es muy dueño de creer en lo que le plazca. Pero a veces me pregunto si el que estas personas me busquen con tanta insistencia no significa que, a nivel inconsciente, buscan a alguien que les permita ponerse en perspectiva y darse cuentas de la farsa patética en la que se encuentran sumergidos. Pero me quedaré con la duda (y no tenderé la mano a nadie para fugarse de la niebla de la estupidez) sólo por priorizar el libre albedrío ajeno. Cada cual puede hacer el ridículo tanto como quiera. Yo lo hago. Ayer lo vi grabado en HD.





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