Terrible
dilema. Surge la posibilidad de exhibir
algunas obras en una linda galería de Palermo
en el próximo Gallery Day de Julio
y tengo un brote de pánico mientras grito dentro de mi cabeza ¡no
tengo obras para mostrar!
Sí, ya
sé, obra tengo. Pero según mi Libro
de las Reglas trato de mostrar
casi siempre lo más contemporáneo, algo de lo que tengo entre manos en
ese momento. Ergo, debería exhibir algo
nuevo de Burlesque, y si bien tengo un par de cosas terminadas que me
gustan bastante, no hay tiempo material para enmarcar (debería entregarlas a la Galería en menos de una semana, imposible llegar con los
marcos adecuados al ritmo de mi marquero, -y sabemos que en cuestión de
enmarcado soy escrupulosamente monogámica-).
Entones,
debería llevar algo más viejo, y tengo algunas cosas de una etapa intermedia
(mis Bandejas
Enmascaradas, algo de Tienda de Papel), pero esas son
obras que deben mostrarse juntas, a serie completa, para que mantengan su
sentido. Y he contratado sólo cuatro
metros de pared: no hay espacio para tanta parafernalia.
Por eso
no queda más remedio que decidirse por “repetir”,
por llevar algo anterior, de Cartográfica y Plagaria (obras que me encantan, pero que ya exhibí y
tienen sus años). De ahí el dilema:
tengo que romper relaciones diplomáticas con mi Libro de las Reglas. Y yo no hago eso, salvo cuando lo hago. Y ya hecho, hay tanto de donde elegir que se
vuelve confuso el criterio aplicar. ¿Qué
escoger? ¿Qué priorizar? ¿Qué descartar por demasiado visto? ¿Qué selección hacer tratando de contar
alguna historia que las haga lucir bien en su improvisado conjunto? Tengo que pensar. Pensar, pensar, pensar. Hace años alguien solía decirme eso cuando
entraba en estos acelerados ataques de indecisión: Pensá, respirá y pensá; pensá,
pensá, pensá. Desarmá y reconstruí el
universo a tu gusto dentro de tu cabeza. Y eso estoy haciendo…
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