lunes, 12 de junio de 2017




    
 
 
     Tras la premisa de inicio -¿qué quieren los artistas?-, podemos detenernos en cuestiones puntuales y concretas.  Tomando a nuestro espécimen de análisis (que sigo siendo yo) cuestionamos sobre el particular: ¿Y el dinero, que onda?  ¿El artista no crea para vender su obra y vivir de ello? 

       Si debo responder con honestidad, reconozco que hace mucho tiempo, allá por mis veinte, yo creía que era posible vivir del arte, aunque obviamente no lo hacía, pero creía en eso.   Mientras estudiaba en la universidad una carrera tradicional (y ya despuntaba en trabajos ocasionales de lo que fuera para generar ingresos con los que seguir pintando), me decía que todo era transitorio, que sería hasta que pudiera vivir del arte.    Me recibí y comencé el desarrollo de una profesión, me gané la vida a la espera…  y esperé… y seguí esperando que mi trabajo como artista fuera aceptado, reconocido y dotado de algún valor.  El mercado nunca me hizo ese favor.
 
 
 
 
 

     El desencanto y la sabiduría que acarrean la edad me confirmaron que el arte no tenía por qué mantenerme, que era un amante caprichoso y díscolo, apto para el placer pero no para la domesticidad.  El arte no es un proveedor generoso ni un protector solícito; es una aventura incierta, sin garantías de éxito ni seguros de desempleo.  Hoy tengo en claro que el dinero  sólo puede venir de mi trabajo “civil”, de hacer múltiples cosas por afuera del arte.  Ya no espero nada, ni especulo plazos ni creo en milagros o ángeles de la guarda.  El arte es  arte, no mercancía de cambio.  ¿El dinero?  No tiene que ver en esto.  El artista ha sido seducido por un amante que no le retribuye nada más que placer eventual  y conflictos constantes. 

    El dinero, como resultado final de la experiencia creativa,  es una fantasía linda pera absurda, fantasía que el artista sabe nunca se tornará en realidad.   Si el artista condicionara al resultado económico su acción directamente no haría nada.  Crear, comprometerse en serio con el arte, genera gastos –muchos- y no retribuye  nada material. 

 
 

 
 
 

     Y, al fin y al cabo, ¿quién dijo que el dinero era lo más importante?  La mortaja no tiene bolsillos y el disfrute, el gozo real que se experimenta al crear, te lo llevás puesto en el alma.  Cierto: el arte tiende a la eternidad.
 
 
 
 






 

No hay comentarios:

Publicar un comentario