miércoles, 30 de agosto de 2017
































Cada vez con más dudas, más viejos
más sabios, más primos
Pero todo se acaba, ya es hora de decirte ciao
Me ha citado la luna en Corrientes esquina Callao
Resumiendo, sabes dónde estoy
Resumiendo, si me llamas voy
Resumiendo, no me hagas hablar
Ten a bien recibir de mi parte
Un abrazo de amigo
Cuando estalle la guerra
Estaré en la trinchera contigo
Resumiendo, sin voto y sin voz
Resumiendo, que se pasa el arroz

Joaquín Sabina, Resumiendo




     Ante la opción concreta y factible: ¿educación académica o apostar por la autoformación?  no puedo opinar por afuera de quién soy. Tratándose del arte, que no es una profesión sino un destino, lo que deba ser será y entonces poco importa por dónde vaya el camino mientras conduzca hacia donde aspiramos ir.

     Mi opción por la autoformación no fue una opción voluntaria sino un hecho impuesto por las circunstancias.  No se trató de una elección consciente, una decisión tomada después de un racional análisis de pro y contras.  Fue.  Quizá en un momento podría haber optado por ingresar al circuito académico, pero ya era un poco tarde para mí,  estaba muy enredada en los vicios y en el placer de córtame sola y jugar a jugar.  Y si le sumo mi carácter, huidizo, huraño, muy de mantenerme al margen, ninguna otra cosa me era realmente posible. 







     Resumiendo: todo vale si somos honestos con nosotros mismos.  El artista tiene como meta la concreción de una obra que le está destinada desde mucho antes de que uno sepa que va a hacer con su vida, y todo lo que sirva para cumplir con esa meta está bien.  Creo que acá sí el fin justifica los medios.  Cada uno vive como puede, ¿por qué sería distinto para el artista?


    No puedo decir que ser autodidacta es la opción acertada, la alternativa más aconsejable. Sólo puedo argumentar que fue la que me tocó en suerte y que, a estas alturas, tan acostumbrada, soy incapaz de imaginarme haciéndolo de otra manera.  



























     Así funcionan las cosas.  Recibir un comentario sobre nuestra obra (desde la otra punta del planeta, de alguien a quien no conozco más allá de la web, valoración que viene de otro artista lo que hace aun más significativa cada palabra)  nos hace sentir que estamos andando por el camino correcto. 

     Pudiera parecer poca cosa a ojos ajenos pero para un artista marginal y solitario significa un mundo de confirmación, aliento y fe.  Por eso desde acá vuelvo a dar las gracias a @AlGord_Art por la generosidad de sus comentarios sobre mi obra.

¡Gracias!





domingo, 27 de agosto de 2017






     Obra fallida.  El plan era tomar una linda foto de moda típica de tapa de revista y recrearla demostrando que la plástica tiene la ventaja de las texturas y, sólo por eso, es otra cosa





     Pero me desvié –mal- y el trabajo no llegó a ningún lado.  Sólo queda empezar de nuevo, pero será después.  Estoy a menos de una semana de armar las valijas y tengo media docena de urgencias que atender primero.  Así funciona: si a mí no me convence no sale del taller. El control de calidad por estos lados es severo e inapelable.  Con las disculpas del caso, pero no, esto no sirve.











     ¿Qué está mal?  Todo.  El equilibrio, la falta de profundidad, la inexpresividad de la mirada, la total carencia de volumen –idea primordial- en las plumas.  Todo mal.  Intento fallido.  Van a tener que esperar que vuelva y trate de mejorar la postura.  Paciencia.












Ser autodidacta: la marginalidad







     El estigma del autodidacta es su falta de pertenencia.  Carece de esas relaciones que son el resultado lógico del estudio académico en la materia.  No tiene colegas contemporáneos con los que haya compartido por años pasillos y aulas, no tuvo a fulano de profesor ni le queda el encono con mengano porque no le aprobó tal materia, que era “el filtro” para recibirse de una vez.  No cae en un concurso (caer menos literal que estratégicamente) donde su maestro preferido es hoy cabeza del jurado.  No adquirió la costumbre en sus famélicos años mozos de concurrir a cuanto vernisagge se haga en la ciudad sólo para rapiñar algún sandwichito y un vasito de plástico con algo parecido al alcohol.  No se convirtió en ese público de relleno que todo galerista necesita para presumir de la "masividad" de sus eventos y que genera lealtades comerciales recíprocas.  Esa sociabilidad que confluye en el mercado el autodidacta no la ha vivido nunca.  Por eso siempre está afuera, mirando desde la distancia lo que pasa dentro del estricto círculo de pertenencia del arte.







     El no pertenecer te quita privilegios, claro, ya lo hemos aprendido con el slogan de una tarjeta de crédito.  Sin contactos es más difícil llegar; uno no va a acceder a tal espacio de exposición o a formar parte de tal evento de amplia repercusión pública sin amigos que le abran la puerta.  Al autodidacta sólo le quedan dos vías: pagar por exponer o ganarse el lugar por puro mérito de su obra. Y cuando los recursos económicos escasean sólo queda la obra…


    Y ahí el autodidacta y su vida circular ve que todo tiene sentido: el principio y el final es definitivamente la obra.  Nunca entró en este juego por otra cosa que no fuera la Obra. 










viernes, 25 de agosto de 2017


Ser autodidacta (el método)





     El método del autodidacta no es muy sofisticado: observación – prueba y error – más observación – riesgo – prueba y error – observación.  Casi un círculo vicioso.  El eterno retorno que rige el universo y sus adyacencias.

     Este método aplicado a la creación de la obra funciona observando cuidadosamente (el entorno físico, la obra de los grandes maestros, la obra contemporánea que nos llega, los cambiantes estímulos visuales de la modernidad), se prueba hacer algo con eso desde nuestro personal modo de ver y sentir, se observa el resultado, se encuentra el mismo sumamente espantoso, se vuelve a intentar hasta lograr un resultado que nos parece medianamente aceptable, se corre el riesgo de mostrarlo a los otros, se observa su reacción, se prueba mejorar corrigiendo las fallas que se han interpretado de la observación, se observa el resultado, espantoso en el primer intento, aceptable al décimo octavo, se corre el riesgo de mostrar, se observa… ad infinitum.







     Este método aplicado al intento de inserción en el “mercado del arte”, funciona así: observación de las acciones de los artistas “estrellas fulgurantes del mercado” y a los que admiramos por su obra (que casi nunca coinciden), probar desde nuestro periférico lugar aquellas acciones que nos parecen dignas de respeto (léase: nada de circo que pueda quitar dignidad a nuestra obra), observar el resultado, corrigir fallas, volver a probar, correr el riesgo del fracaso número infinito, volver a observar.  Agregar la observación de las acciones de galeristas, art dealers, curadores, probar desde nuestro lugar las acciones que consideramos serias y conducentes a la debida proyección de la obra, corregir errores, volver a probar, RIESGO-RIESGO-RIESGO siempre a nuestro exclusivo costo, volver a observar…

     El método del autodidacta nunca tiene conclusiones.  Es una actividad circular constante, ya que siempre habrá algo más que observar, algo más que probar.  Hubo un tiempo que adoraba trabajar con los pasteles tiza en barrita.  Me aburrí y pasé a otra cosa.  Un día alguien me trajo una caja de pasteles tiza formateados en lápices de una marca inglesa y volví a delirar por una temporada jugando con eso.  Amaba la tinta china, hasta que me distraje, y un día llegaron las lapiceras con tinta en gel, ¡el fuego!,  y después descubrí los acrílicos con volumen, y las pátinas texturadas, y le perdí el respeto a la sobriedad y quién sabe en qué extraño sacrilegio caeré en el futuro. Prueba error, prueba error, mucha diversión, prueba error.






     El método del autodidacta es lento, parsimonioso, de una constancia imperturbable, una perseverancia patológica, y el goce del hacer como premisa unificadora.  Es claro que el autodidacta no tiene intención de llegar a ningún lado, lo que disfruta es ir haciendo el camino (a ninguna parte).


     “-Haciendo dibujitos no vas a llegar a ningún lado-“ me auguraron, sin mala fe, allá en mi adolescencia.  Supongo que ya intuía que ese era precisamente el punto…











martes, 22 de agosto de 2017




 
 
 
 
 

     ¿Para qué sirve participar de este tipo de acciones?  Para difundir la obra, ¿para qué más?  De eso se trata el “mostrar” (la muestra, la exhibición, la exposición): mostrar, literalmente, a la mayor cantidad posible de gente.

 
 
 
 


 

 

     ¿Cuál es la verdad?  La verdad verdadera es la que se sostiene a lo largo de los años.  La verdad que se expresa en hechos concretos y no en palabrerío hueco.  Ser artista no es la pose transgresora, ni el gesto de arrogante superioridad ni la suposición de originalidad snob, una mera afirmación de circunstancia.  Ser artista es una manera de vivir.  Con ese tamiz podemos hacer limpieza de advenedizos y oportunistas.  Lo que queda son artistas, buenos, malos, mediocres o incomprendidos, pero artistas auténticos.    No me vengas con que sos el dueño de la verdad iluminada porque algún terciario te dió el titulito de master en artes plásticas.  El arte, el Arte, es otra cosa que ni te podés imaginar vos y tu manual. 
 
     Y no creo estar sola en esta  convicción.  En un ratito me sale la confirmación twittera sin buscarla y sin que sepan de mi existencia: