viernes, 9 de febrero de 2018



     Así se dieron las cosas: hace más de un año agoté todas las posibilidades de conseguir uno de los espacios expositivos dependientes del Municipio de Lanús para mostrar mi trabajo.  Es mi ciudad y tras siglos de no hacer nada por acá quería montar una individual en mi territorio.  Fui, vine, presente dossier, esperé, me dieron vueltas, todo quedó en la nada.  Me enojé.  Y cualquier proyecto al respecto pasó al baúl de los olvidos. 

    Hace unos días un amigo, también vecino de por estos lados, me pasó la convocatoria de un certamen en las salas más nuevas y bonitas de mi ciudad, el MACSur:






     Y aunque mi pose indignada por no haber conseguido que me prestaran atención sigue firmemente en pie, con cierto desgano me propuse hacer un pequeño dibujo para presentar al concurso.

     Iba a hacer algo sencillo, clásico, un lindo retrato en grafito.  Uno de esos rostros que vengo usando para mi serie de Burlesque.  Un dibujo puro, con respeto a todas las reglas de la disciplina.  Pero el lápiz –que antes me encantaba- me aburrió enseguida y recaí en una birome negra de tinta en gel, considerando que todavía me mantenía dentro de los límites previstos.









     Como inicio me gustaba mucho, y si me mantenía en la tinta negra seguiría siendo un dibujo tranquilo.  Pero siempre me distraigo, me olvido de mis buenas intenciones,  y lógicamente comprendí que la imagen requería ese toque natural sepia que le da el fuego. Léase, tenía ganas de arremeter con el encendedor.  Y porque privarme de ese gusto…








     Quemado el papel (intervenido con fuego, así dicen que se dice) hay que adherirlo a alguna base. Me abstengo del colorinche y lo pego a un sobrio papel artesanal batik de un siena tostado muy lavado. 








     Esto puede derivar en cualquier dirección, probablemente fuera del rango que  acepta el certamen del MACSur.  Pero qué le vamos a hacer…  Iniciado el trabajo es la obra la que manda para dónde ir.







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