Así se
dieron las cosas: hace más de un año agoté todas las posibilidades de conseguir
uno de los espacios expositivos dependientes del Municipio de Lanús para
mostrar mi trabajo. Es mi ciudad y tras
siglos de no hacer nada por acá quería montar una individual en mi
territorio. Fui, vine, presente dossier,
esperé, me dieron vueltas, todo quedó en la nada. Me enojé.
Y cualquier proyecto al respecto pasó al baúl de los olvidos.
Hace unos
días un amigo, también vecino de por estos lados, me pasó la convocatoria de un
certamen en las salas más nuevas y bonitas de mi ciudad, el MACSur:
Y aunque
mi pose indignada por no haber conseguido que me prestaran atención sigue firmemente
en pie, con cierto desgano me propuse hacer un pequeño dibujo para presentar al
concurso.
Iba a
hacer algo sencillo, clásico, un lindo retrato en grafito. Uno de esos rostros que vengo usando para mi
serie de Burlesque. Un dibujo
puro, con respeto a todas las reglas de la disciplina. Pero el lápiz –que antes me encantaba- me aburrió enseguida y recaí en una birome
negra de tinta en gel, considerando que todavía me mantenía dentro de los
límites previstos.
Como
inicio me gustaba mucho, y si me mantenía en la tinta negra seguiría siendo un dibujo tranquilo. Pero siempre me
distraigo, me olvido de mis buenas intenciones, y lógicamente comprendí que la imagen requería
ese toque natural sepia que le da el fuego. Léase, tenía ganas de arremeter con el encendedor. Y porque privarme de
ese gusto…
Quemado el
papel (intervenido con fuego, así dicen
que se dice) hay que adherirlo a alguna base. Me abstengo del colorinche y lo
pego a un sobrio papel artesanal batik de un siena tostado muy lavado.
Esto
puede derivar en cualquier dirección, probablemente fuera del rango que acepta el
certamen del MACSur. Pero qué le vamos a hacer… Iniciado el trabajo es la obra la que manda para dónde ir.
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