domingo, 18 de febrero de 2018



     Sobre la autonomía de la obra







  


     Hay obras que exigen un trabajo pausado.  Y no necesariamente por sus características técnicas.  Aun el óleo, más lento en el secado, cuando se lo trabaja sobre papel y diluido en kerosene, como en mi caso, no requiere demasiada espera.  Es la obra la que marca el ritmo.  Despacito, sí, como la canción que lleva meses taladrándonos el cerebro.  Despacito.

     Estoy trabajando en ella desde hace más de un mes, de a ratos, haciendo otras cosas en el medio, teniendo tiempo que dispensarle pero intencionalmente alejándome.  No es como en los caso en que me aburro y abandono, no, porque cada rato de trabajo es placentero y gratificante en el resultado.  Es porque ella no me quiere cerca seguido.  Me acepta, me controla y me aparta.  Después me permite volver para un breve tiempo de trabajo. Ella manda.  Es la que guía en este baile.

      Me gusta mucho su colorido, aunque le falta tanto trabajo en las manos y en el rostro que es casi apenas un boceto.  Querría avanzar a mi gusto, pero me frena, deja en claro quién tiene el control.  Que es a su manera.  Una obra en proceso que es ostensiblemente mandona.  Desde antes de ser ya autónoma de mí.















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