lunes, 26 de febrero de 2018

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     “Cuando niño, bajo la luz titilante de la vela, leía libros de arte y pensaba que el mundo del arte estaba poblado por bohemios paupérrimos en buhardillas parisinas, cínicos situacionistas errantes, ácratas dadaístas, surrealistas revolucionarios o imaginativos fluxus dispuestos a romper nuestros cráneos, esas cosas, qué sé yo. El arte, decía en aquellos libros, era radical, antisistema, siempre dispuesto a epatar al burgués e incluso a superarse a sí mismo. Luego tenemos ARCO.

     El mundo del arte me sigue resultando inaprensible y platónico, sin embargo, años después, ya crecidito, descubrí que el mercado del arte es otra cosa y en vez de por asilvestrados creadores estaba poblado por señoras y señores burgueses con galerías, dineros y gafas de colores, siempre encantados de ser epatados por los arriesgados artistas: transgrédame usted aquí, por favor. ¿Cómo transgredir cuando te ruegan que transgredas?

     En todos los mercados importan más los que compran y venden que los que producen, el mercado del arte no es una excepción: los protagonistas, aunque no sean los más visibles, son los galeristas y los coleccionistas; los artistas, que son los que producen, son necesarios pero ojalá no lo fueran. Si el mercado del arte fuera un circo, los artistas serían los feroces leones que pasan a través del aro de fuego para alborozo del público.  (…)”


Sergio C. Fanjul, Artistas que pasan por el arco y otros que trabajan gratis


https://elasombrario.com/artistas-pasan-arco-gratis/










     En los mercados importan más los que compran y venden que los que producen…  Son las reglas, siempre ha sido así.  Pero supongo que la única transgresión viable que queda es romper, precisamente, con esa regla.  Que los artistas ocupemos el lugar de  galeristas y  coleccionistas (¡ja! ¿cómo?, imposible por imposible, imposible al cuadrado), marquemos la  cancha y empecemos a cambiar el juego.  Sé que es poco probable, pero siempre nos queda la última utopía (e internet).














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