Digamos
que la causa inicial fue que no me gusta el sushi. Lo siento, estará muy de
moda, será muy cool juntarse y pedirlo
por delivery,
con su minimalista y elegante packaging,
pero a mí no me gusta el sushi. No me gusta
para nada. Y el asunto es que te lo
traen con esos palitos de madera unidos en un extremo, unos lindos palitos que
obviamente no puedo tirar (como sí tiro
al final la ración de sushi que me corresponde y que no puedo comer ni por
urbanidad). Entonces los palitos van
a clavarse en una caja de golosinas, y arrancamos con otro juego de rollos de
cocina.
Una pierna, dos piernas…
Un rollo de papel de cocina es el cuerpo…
Agregamos los brazos…
…y las
caderas…
Cuello y cabeza…
Le ponemos zapatos…
Y delineamos el corsé con restos de encaje…
Pero el conjunto con su primera capa de cartapesta, es
demasiado inestable y se va todo al suelo. Recuperado del piso, descubro que el golpe ha trastornado los pies. Pero el estropicio mejora la postura y
prefiero dejarlo secando tal cual quedó tras de la caída. Por las dudas, lo dejo secar sostenido por la
pava…
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