miércoles, 21 de febrero de 2018




     Digamos que la causa inicial fue que no me gusta el sushi. Lo siento, estará muy de moda, será muy cool juntarse y pedirlo por  delivery, con su minimalista y elegante packaging, pero a mí no me gusta el sushi.  No me gusta para nada.  Y el asunto es que te lo traen con esos palitos de madera unidos en un extremo, unos lindos palitos que obviamente no puedo tirar (como sí tiro al final la ración de sushi que me corresponde y que no puedo comer ni por urbanidad).  Entonces los palitos van a clavarse en una caja de golosinas, y arrancamos con otro juego de rollos de cocina.









Una pierna, dos piernas…






Un rollo de papel de cocina es el cuerpo…








Agregamos los brazos…






…y  las caderas…






Cuello y cabeza…







Le ponemos zapatos…








Y delineamos el corsé con restos de encaje…








Pero el conjunto con su primera capa de cartapesta, es demasiado inestable y se va todo al suelo.  Recuperado del piso, descubro que el golpe ha trastornado los pies.  Pero el estropicio mejora la postura y prefiero dejarlo secando tal cual quedó tras de la caída.  Por las dudas, lo dejo secar sostenido por la pava…











Y al cabo de un día de trabajo nuestro experimento queda así:











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